Hace aproximadamente 1000 años atrás, había en Europa una gran persona en la ciudad de Mainz (Maguncia), este hombre era el Rabí Amnón, un gran estudioso y un hombre muy piadoso. Era amado y respetado tanto por judíos y no-judíos, y su nombre era conocido en todas partes.
Incluso el mismo Duque de Essen de lo que es la actual Alemania, quien era el gobernante de esta tierra, admiraba y respetaba al Rabí Amnón por su gran sabiduría y su piedad.
Muchas veces el Duque (y obispo) lo invitaba a su palacio y lo consultaba en todas las materias de Estado.
El Rabí Amnón nunca aceptó ningún premio por sus servicios al Duque o al Estado. De vez en cuando, sin embargo, el Rabí Amnón le pediría al Duque aliviar la posición de los judíos en su tierra, abolir algunos de los decretos y restricciones que existieron contra los judíos en ese momento, y generalmente eran para permitirles vivir en paz y seguridad. Éste era el único favor que Rabí Amnón pidió durante toda su vida al Duque, y el Duque prestaba atención a sus demandas.
Así que el Rabí Amnón y sus hermanos vivieron pacíficamente durante muchos años.
Pero los otros estadistas del Duque comenzaron a ponerse envidiosos de Rabí Amnón.
Y el más envidioso de todos ellos era el secretario del Duque que no podía soportar ver el honor y respeto que Rabí Amnón disfrutaba de su amo ya que entre ellos estaban desarrollando una gran amistad.
El secretario empezó a buscar las maneras y medios para desacreditar al Rabí Amnón ante los ojos del Duque.
Un día el secretario le dijo al Duque:
"¿Señor, por qué usted no persuade al Rabí Amnón para que se vuelva cristiano, como nosotros? - Yo estoy seguro que considerado el honor y los muchos favores que él ha disfrutado de su mano generosa, abandonará su fe alegremente y aceptará la nuestra."
El Duque pensó que no era una mala idea.
Cuando el Rabí Amnón vino a su palacio al día siguiente, él le dijo:
"Mi buen amigo, Rabí Amnón, desde que yo le conozco usted ha sido fiel a mí por muchos años. Ahora yo deseo pedirle un favor personal.
"Abandone su fe, y vuélvase cristiano ya que ello a mí me simpatiza".
"Si usted lo hace, yo lo haré el más destacado hombre de todo mi estado; usted tendrá tanto honor y opulencia que no haya disfrutado jamás otro hombre, y al lado mío usted será además el hombre más poderoso en mi estado..."
El Rabí Amnón se quedó pálido. La sorpresa fue tan grande que él no pudo encontrar ninguna palabra para contestar al Duque, pero después de un rato él dijo: "¡O Monarca ilustre! Durante muchos años yo lo he servido fielmente, y el hecho de ser un judío de ninguna manera disminuyó mi lealtad a usted o a su Estado. Al contrario, mi fe me dice que debo serle fiel a usted y fiel a la tierra de mi estancia. Yo estoy listo para sacrificar todo lo que poseo, incluso daría mi vida, por usted así como por el Estado. Pero hay una sola cosa, sin embargo, que yo nunca puedo quebrantar y ésa es mi fe.
Yo estoy limitado por un convenio irrompible a mi fe, la fe de mis antepasados.
¿Me pide usted traicionar a mi gente y los preceptos de mi Dios?
¿Querría acaso usted a un hombre que le sirviera pero que no tiene respeto para con su religión, y a los lazos que lo sostienen y le son más sagrados?
¿Si yo traiciono a mi Dios, podría confiar luego usted en mí?
"Ciertamente creo que el Duque no quiso decirlo. ¡El Duque está seguramente bromeando!"
"No, de ninguna manera yo no bromeo..." dijo el Duque.
Aunque él Rabí parecía un poco desconcertado, interiormente el Duque se impresionó con la contestación del Rabí Amnón.
Le dijo luego el Duque retírese y venga mañana.
El Rabí Amnón esperó que al otro día el Duque recapacitara en el pedido, pero cuando él llegó al palacio nuevamente, el Duque repitió su demanda. Y el Rabí Amnón se puso muy infeliz, y empezó a evitar visitar el palacio, a menos que si ello era completamente ineludible.
Un día el Duque, impaciente por la obstinación del Rabí Amnón, se plantó muy bruscamente delante de él diciéndole:
O te conviertes inmediatamente al cristianismo o sino deberás soportar las consecuencias por rehuirte.
Apretujado por el Duque para darle su respuesta en forma inmediata, el Rabí Amnón le pidió finalmente al Duque que le permitiera 3 días para considerar la misma. El Duque se lo concedió.
Prontamente el Rabí Amnón al dejar al Duque, recapacito sobre su respuesta y comprendió su grave pecado.
"¿Querido Dios," él pensó, "Hay qué error he hecho yo"?
Está faltándome fe y también valor, ¿Para que pedí tres días de consideración…? - ¿Si podía haberle dado una respuesta en el momento, cualquiera pero una respuesta al fin? ¿Cómo podría mostrar yo semejante debilidad en ese momento?- O querido Dios, perdóname..."
El Rabí llegó a su casa con el corazón roto. Él se apartó en su cuarto y abatido se dedico los tres días a la oración y la súplica, mendigando el perdón de Dios por la debilidad de corazón que el había mostrado en ese momento.
Cuando el Rabí Amnón no llegó al palacio en el tercer día, el Duque se puso muy enfadado, y pidió que sus hombres trajeran al Rabí encadenado.
El Duque apenas reconoció al Rabí, el venerado hombre había cambiado en el curso de los últimos tres días. Sin embargo, el Duque se sacó rápidamente todo sentimiento de simpatía hacia él y todo recuerdo de amistad, y le dijo severamente:
"¡Cómo se atreve usted a desobedecer mis ordenes! ¿Por qué no apareció usted a tiempo ante mí para darme su respuesta? Por su causa yo confío que usted ha decidido hacer cuanto yo le digo. Si no será una pena para usted..."
Aunque el Rabí Amnón era ahora físicamente un hombre quebrantado, su espíritu era más fuerte que en toda su vida.
“Señor Duque " le contesto intrépidamente el Rabí Amnón, " Tengo una respuesta: ¡Yo seguiré siendo un judío fiel mientras, respire!"
El Duque estaba al lado de él con ira por causa de la respuesta y le dijo: "Está ahora de más la pregunta si se convertirá usted en un cristiano. Usted me ha desobedecido no viniendo a darme su respuesta voluntariamente. Y por ello debe ser castigado..."
El Rabí Amnón dijo, si señor Duque, "pidiéndole tres días de consideración para darle a usted una respuesta he pecado gravemente contra Dios."
"Mi lengua debe recortarse para haber hablado falsamente". El Duque respondió que él no le recortaría su lengua que porque había hablado propiamente
Estas palabras valientes enfurecieron al Duque mucho más aun. "Por pecar contra su Dios..." El Duque dijo enojadamente, " Yo lo castigaré por desobedecer mis órdenes. Sus piernas pecaron contra mí, porque ellas se negaron a venir; ¡Por consiguiente sus piernas serán cortadas!"
Los no-judíos procedieron entonces a cortar cada coyuntura de sus piernas y brazos. Después de cortar cada una de sus articulaciones ellos le preguntaban si quería convertirse al Cristianismo y el Rabí Amnón se negaba una y otra vez. Cuando todo esto fue completado ellos lo enviaron a su casa junto con los miembros de su cuerpo.
Con señales muy débiles de vida el cuerpo del Rabí Amnón fue enviado a su casa, con el pesar de toda su familia herida, pues era el día de vísperas de Rosh Hashaná.
Las noticias sobre el terrible destino del Rabí Amnón se extendieron a lo largo de toda la ciudad. Cada persona de la comunidad estaba horrorizada y se apenaron muchísimo. Era un Día de Juicio muy trágico para los judíos de Mainz y se congregaron en la Sinagoga a la mañana siguiente.
A pesar de que su Rabí Amnón había sufrido tan terrible amputación y con las pocas fuerzas que le restaban recordó que era Rosh Hashaná, y pidió ser llevado a la Sinagoga. Ante su demanda él fue sentado delante del Arca donde se guarda la Torá. Todos los devotos, hombres, mujeres y niños lloraron y vieron a su querido Rabí mutilado en una agonía terrible, pero nunca jamás vieron un corazón Judío que rasgara tan bellas y emotivas oraciones ofrecidas por el Rabí en el día de Rosh Hashaná.
Cuando el "Jazan" (cantor litúrgico) empezó a recitar la oración Kedushá de Musaf, el Rabí pidió un intervalo mientras él le ofreció una oración especial de alabanzas a Dios.
El silencio cubrió a todos los presentes, y el Rabí Amnón empezó a decir " Unethaneh Tokef " en el que él habla sobre el gran juicio que tiene lugar en Rosh HaShaná y que todos los juicios de HaShem son verdad.
La congregación repitió cada palabra y sus corazones salieron hacia Dios en esa nueva oración. Luego, al finalizar el rezo, ellos recitaron la oración de "Aleinu" solemnemente, y cuando llegaron a las palabras:
"Él es nuestro Dios, y no ningún otro"
Con las pocas fuerzas restantes, el Rabí Amnón se deleito con estas palabras llorando y emocionado falleció.
La oración "Unethaneh Tokef”, es una de las oraciones más solemnes de Rosh Hashaná y Yom Kipur, se recita en las comunidades judías de todo el mundo, y el valor de Rabí Amnón, el autor eterno de esta oración, sirve de gran inspiración a todos nosotros...
Tres días más tarde el Rabí se apareció en un sueño al Rabí Klonimus ben Meshulam de Mainz y le enseñó el texto completo de esta oración y le ordenó que lo extendiera a lo largo del mundo judío.
Esto es un fragmento de la traducción de dicha oración.
“Daremos validez a la santidad de este día, porque es imponente y temible...
Es verdad que Tu eres el juez, que demuestra, sabe y testifica, escribe y sella y cuenta y numera. Y recordaras todo lo que sea olvidado...
Todas las criaturas del mundo pasarán ante ti como corderos (que han de ser diezmados)...
En Rosh Hashaná se escribirán y en Yom Kipur se sellarán, cuántos pasarán, cuantos serán creados, quien vivirá y quien morirá...
Quien morirá a través de agua o a través de fuego, quien por espada o quien por bestia, quién a través de hambre, y quién a través de sed, quién por terremoto, y quien por peste...
Quién descansará y quién vagará...
Quién será pobre y quién se hará rico, quién se hundirá y quién se alzará.
¡Y la “Teshuvá” (el arrepentimiento), la oración, y la caridad quitan el mal del decreto!
Por que Tu HaShem no deseas la muerte de quien merece la muerte, sino que con volver de su mal camino y vivirá. Y hasta el día de su muerte lo esperaras, si retorna a ti inmediatamente tu lo aceptaras....”
Por Rav Berl Schtudiner en Homenaje a Rabí Amnón de Mainz
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