miércoles, 25 de agosto de 2010

La Cueva de Majpela, la entrada al Jardín del Edén

Sara, nuestra matriarca, muere a los 127 años de edad y Abraham decide enterrarla en la cueva de Majpela, en la ciudad de Hebrón.

A tal efecto se dispone a comprar esa tierra a su dueño, Efron del pueblo de los hititas y aunque este al principio ofrece dársela gratuitamente, luego termina cobrándole una suma exorbitante.

Luego encarga a su fiel esclavo y administrador, Eliezer, que busque una novia para su hijo Itzjak en su tierra nativa, Aram Naharaim.
Previamente le hace jurar que no tomara para el joven una mujer cananea pues este pueblo es de una gran iniquidad moral.

Eliezer viaja a Aram Naharaim rogando a Dios por una señal para identificar a la mujer destinada para Itzjak. Al atardecer, Eliezer llega a un pozo para saciar la sed de sus camellos y allí se encuentra con Ribka (Rebeca) a quien pide que le de agua para beber.

Ella no solo acepta dársela sino que también le ofrece agua para sus sedientos camellos. Su buen corazón e inteligencia convencen a Eliezer de que es la mujer adecuada para ser la esposa de Itzjak y madre del Pueblo Judío. Eliezer se inclina y bendice a Hashem por este acto de bondad para con su amo. Tras llevar a Eliezer a su hogar para conocer y tener la aprobación de su familia, Ribka emprende viaje con Eliezer hacia la tierra de Canaán. Itzjak se casa con Ribka y la conduce a la tienda que ocupara su madre y la ama profundamente. Este amor le consuela de la muerte de su madre.

Abraham se casa de nuevo con Hagar, que cambia su nombre por el de Ketura y tiene con ella otros hijos. Finalmente muere a la edad de 175 años siendo enterrado junto a Sara en la Cueva de Majpela, en Hebrón. Termina la parashá con una genealogía de la descendencia de Ismael.

Abraham, un ejemplo de vivir la vida con plenitud
extraido de http://retorna-israel.blogspot.com/ Rab. Berl Schtudiner

"Y estos son los días de los años de la vida de Abraham, los cuales vivió..." (Bereshit/Génesis 25:7)

La redundancia en las palabras "los días de los años" en realidad sorprende pues hubiera sido suficiente con escribir "y estos son los días de la vida de Abraham", dado que en definitiva los días forman años.

El Gaón Rab Ticochinsky en su libro Guesher Hajaim (El puente de la vida), explica este tema haciendo la distinción entre el concepto de extensión de los días y de los años y el de extensión de los años sin días extensos.

Cuando se habla de extensión de años con días también largos, se esta haciendo referencia a una longevidad de años en donde cada uno de los días fue aprovechado como corresponde y por lo tanto también los días merecen ser considerados como extensos.

Tal como leemos en Mishlé (Proverbios 9): "Que se extiendan tus días y que te agreguen años de vida".

Por el contrario, en el caso de aquel hombre cuyos días fueron desperdiciados y permanecieron vacíos de todo contenido, no se puede hablar de extensión de los días. Aun cuando a pesar de todo haya llegado a la vejez, solo es posible decir de el, que mereció vivir largos años.

En el caso de Abraham nuestro Patriarca, cuyos días fueron ricos y plenos, se indica la doble expresión "los días de los años de la vida de Abraham".

Se cuenta sobre una ciudad en cuyo cementerio había profusión de placas recordatorias sobre las cuales se hallaba grabada la edad de los muertos, indicando la mayoría edades muy bajas. En una placa se había grabado la edad de alguien que murió a los veinte años y cincuenta días. En otra se registraba un muerto de treinta años y diez días y así con todas las placas.
Todo aquel que ingresaba a ese cementerio quedaba asombrado por la explicación brindada. "¿Por que mueren acá personas tan jóvenes?". Se les explicaba que en ese lugar acostumbraban a determinar la extensión de los días de los difuntos, calculando solamente como días extensos aquellos que habían sido aprovechados.

Si cada ser humano hiciera un balance de su alma, vería que el también se debe considerar un niño pequeño de acuerdo a este concepto, pues incontables días transcurren para el, sin aprovecharlos como corresponde.

En el Zohar se encuentra una aclaración maravillosa de lo descrito. Sobre el versículo 24:1 "Y Abraham anciano era, entrado en años (literalmente "venido en días"), se explica allí que todos los días, desde el momento mismo en que el hombre es creado y viene a este mundo, observan su cumplimiento y le advierten cada día que se comporte de acuerdo al camino de la Torá.

Y cuando llega un día en que, a pesar de las advertencias, el hombre comete una transgresión contra Su Creador, tal día permanece en el ámbito de la vergüenza y separado del resto de los días hasta que la persona hace Teshuva (se arrepiente). Si la persona tiene merito, ese día que había sido apartado, retornara a su lugar. Y cuando sean revisados todos sus días, aquellos en que hubiera cometido transgresiones sin haber hecho teshuva, esos serán restados del total. Pobre del hombre que acorto sus días delante del Santo Bendito Sea y no los elevo para coronarse con ellos en el Mundo Venidero a fin de que sirvan de vestimenta para su alma.

Observemos a Abraham, quien se comporto con integridad todos sus días y sobre el esta escrito: "venido en días" porque tuvo el merito, al partir de este mundo, de que con sus mismos días pudo llegar y envolverse en el mundo celestial, sin faltarle ninguno para que su alma estuviera vestida de honra.

Esto es literalmente lo que esta escrito: "venido en días" (Según el Tárgum de Midrashé HaZoar, extraído de Lekaj Tov, Bereshit, Pág. 126-127).Ni los placeres ni los bienes materiales ni los entretenimientos sin sentido serán los que agregaran vida y extensión a nuestros días sino los momentos de Tefilá (plegaria), estudio de Torá y cumplimiento de preceptos y buenas acciones. Con ese bagaje de tesoros espirituales debemos enriquecer todos los días de nuestra vida haciendo que cada uno cuente!

La Adquisición de la Gruta o Meará

Lo hecho por nuestros padres, es señal para nuestros hijos, dicen nuestros Sabios. Este dicho es el común denominador de todo el libro Bereshit y la respuesta sencilla y más exacta del porque de tanto relato.
Con lujos de detalles están escritas los diferentes acontecimientos que ocurrieron con nuestros Patriarcas y son fuente de inspiración para los comentaristas, aprendiendo de una forma u otra, que y como reaccionar en las tan variadas pruebas que Dios nos pone delante.

Uno de los temas de la Torá que como dijimos es tratado en detalle, es el entierro de Sara. Abraham Abinu al volver de la ofrenda de Itzjak, encuentra que Sara su querida esposa ha fallecido. De inmediato se pone en contacto e inicia tratativas para comprar el terreno de la Mearat Hamajpelá y que hoy se encuentra en lo que llamamos Hebrón. Como nos detallan los versículos, luego de algunas idas y venidas, finalmente Abraham compra en 400 monedas el terreno en cuestión. Como veremos en las siguientes porciones semanales Abraham también será enterrado allí, al igual que Itzjak y Ribka, Yaacob y Lea, sumándose a la pareja ya enterrada de Adam y Java, el primer hombre y la primera mujer.

¿Por qué la Torá pone énfasis en este tema?

El Eben Ezrá sostiene que la Torá quiere resaltar la importancia de la tierra de
Israel tanto para los vivos como para los muertos y además el Todopoderoso quería cumplir con su promesa de dársela toda a Abraham.
El Najmánides difiere con lo antes mencionado y dice que aquí quedó de manifiesto el favor de Dios a Abraham Abinu. Aquí se cumplió la promesa "y engrandeceré tu nombre, ya que los habitantes de Jet así lo llamaron aunque era un extraño y forastero en el lugar, Nasí Elokim, príncipe de Dios". Más aspectos suma El Najmánides como ser que aquí la Torá quiere que sepamos donde están enterrados nuestros Patriarcas y así darles el honor que merecen. También destaca que esta era una de las 10 pruebas. Ya que aunque Dios le prometió toda la tierra, tuvo que comprar un lugar para enterrar a su esposa y no se quejó aceptando todo por amor a Dios.

Profundiza el valor de la prueba por el hecho que la primera parcela que Abraham compra es para enterrar a su muerto y no para algo más feliz. Otros comentaristas ven en este párrafo la demostración halájica que el lugar de entierro hay que comprarlo con dinero, como Abraham que no quiso aceptar regalo alguno, así también termina diciendo el Jafetz Jaim.

El Jatan Sofer indica que por consiguiente aún la persona pobre debe hacer algún esfuerzo y dar algo.

Rab Berl Schtudiner

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