miércoles, 4 de agosto de 2010

La Torá nos ordena Amar al Converso

La Torá no solamente nos ordena que amemos al guer tzedek (converso, justo) sino que nos prohíbe herir sus sentimientos.

Como el converso al judaismo ya no tiene familia, ni siquiera padre ni madre judios, HaShem, es decir Dios toma ese lugar.

Un pastor conducía su rebaño al campo en la mañana y lo reunía en el establo por la noche...
Un día apareció un ciervo del bosque, se unió al rebaño y permaneció entre las ovejas, pastó con ellas y a la noche entró en el establo.

El pastor le dio un trato especial. Seleccionó tierras de pastoreo y ordenó a todos quienes atendían a los animales tratar con mucho cuidado al ciervo. De noche, cuando los rebaños regresaban, el pastor se aseguró que el ciervo tuviera agua para tomar.
"¿Por qué te preocupas únicamente por el ciervo?" le preguntaron los campesinos. "¿Por qué no le brindas la misma atención a tus ovejas?"
"Hay una diferencia" contestó el pastor. "Las ovejas me siguen naturalmente, el ciervo, en cambio, por naturaleza evita a las personas y prefiere deambular por bosques deshabitados y campos abiertos. Valoro que se haya sometido a confinarse a un establo".
Hashem dijo en forma similar, "¿Acaso no debemos apreciar al guer (Converso), quien ha dejado a su familia y su gente para elegir la Verdad y rechazar la falsedad? Viene a refugiarse bajo las alas de la Shejiná (Santa Providencia) ; ¿no merece acaso nuestra consideración y bondad especial?"

Akilas, el guer justo, estaba preocupado por el versículo: "Dios ama al guer dándole vestimenta y pan" (Devarim 10:18).
Ingresó al Beit Hamidrash de Rabí Eliezer y le preguntó: "¿Todo lo que Dios promete a un guer no es más que vestimenta y pan?"
Rabí Eliezer se enojó. (Sospechaba que el guer se había convertido por motivaciones impuras, esperando recompensas terrenales). Le reprochó, "¿Piensas que nuestro patriarca, Yaakov, habría solicitado a Dios “pan para comer y vestimentas para vestir” si las hubiera considerado poca cosa?" (Todo lo que un tzadik pide de Dios es que le provea de sus necesidades esenciales, para que quede libre para estudiar Torá)".
En realidad, el guer no comprendió el versículo porque estaba buscando en la Torá la mención de una recompensa espiritual por su abnegación. ¿Por qué el versículo solamente le asegura que Dios le proveerá de sus necesidades físicas?

Cuando Akilas hizo la misma pregunta a Rabí Yehoshua, el Sabio lo calmó y le explicó el profundo significado del versículo:
"Cuando Yaakov pidió “pan y vestimenta”, también estaba pidiendo a Hashem Su ayuda en lograr la perfección. “Pan” es una metáfora de “Torá” y “una vestimenta” se refiere a las vestiduras distinguidas usadas por los estudiosos de la Torá. De igual manera, Dios asegura al guer que tendrá una porción del “pan de la Torá” y que logrará niveles elevados de erudición en la Torá. Más aun, “pan” hace referencia a Lejem Hapanim y “una vestimenta” a las vestiduras del sacerdote. Dios asegura al guer que sus hijas se casaran con kohanim y que su descendencia portará vestimentas de sacerdote y ofrecerá el Lejem Hapanim".

Akilas quedó satisfecho. Se dice que de no haber sido por la paciencia de Rabí Yehoshua, Akilas habría retornado al paganismo.

En efecto, los más famosos líderes de la Torá descienden de guerim (conversos) o fueron guerim ellos mismos:

Onkelos, el sobrino del emperador romano Adriano, fue un gran estudioso, cuya versión en arameo de la Torá, es aceptada y aprobada por nuestro pueblo (hasta el punto que los Sabios exigieron que se la leyera en forma semanal).

Shemaiá y Avtalión (los maestros de Torá de Hilel y Shamai) eran guerim, descendientes del rey Sanjeriv de Asiria.

Rabí Meír, Rabí Akivá, Rabí Iosé y Rabí Shmuel bar Shilat eran descendientes algunos del malvado Hamán y otros del general Cananita Sisrá.

Los profetas Irmeiahu y Iejezquel eran descendientes de la convertida Rajav

Si bien la mitzvá de amar a un guer hace referencia a quien se convierte leshem shamaim, Hashem defiende el honor hasta de aquellos guerim que se unen al pueblo judío por motivaciones impuras, como queda ilustrado en los siguientes ejemplos:

En tiempos del Rey David, Eretz Israel fue azotada por un período de hambruna durante tres años consecutivos. En cuanto ocurrió, David ordenó una investigación para averiguar que pecados podrían ser la causa.

"Nos enseñan" declaró "que Dios retiene la lluvia por cinco transgresiones: adorar ídolos, inmoralidad, derramamiento de sangre, pedidos públicos de caridad no cumplimentados e incumplimiento de separar “maasrot” (diezmo)".

El primer año de hambruna cuando multitudes de judíos se congregaban en Ierushalaim para Iom Tov, David dio un discurso público acerca de la gravedad del pecado de cometer idolatría. Interrogó al pueblo: "¿Hay personas que adoran ídolos entre ustedes, que el Todopoderoso ha retenido la lluvia?" Pero su interrogatorio y posterior investigación no revelaron a ningún idólatra.

Al año siguiente, cuando el pueblo visitó el Beit Hamikdash, David los reprendió acerca de la inmoralidad. Luego investigó si el pueblo era culpable de dicho pecado, pero no se encontraron transgresores al respecto.

El tercer año David se concentró en reprochar al pueblo por el derramamiento de sangre, por no cumplir con la promesa de caridad y por no separar maasrot. Nuevamente la subsiguiente investigación no pudo descubrir ninguna falla entre el pueblo. (Coincidentemente, podemos ver la gran rectitud de dicha generación).
David pensó, "Hice todo lo posible para encontrar la causa de la hambruna y no tuve éxito. Debe haber una razón oculta. Por ello, permítanme pedir una respuesta Divina del urim vetumim (el pergamino en el pectoral del sumo sacerdote que hacía que se brillaran las letras).

Su pregunta al urim vetumim dio la siguiente respuesta: "La comunidad está siendo castigada por no haber hecho el correspondiente duelo por la muerte del Rey Shaúl y por no haberlo enterrado en la tierra sagrada de Eretz Israel". (El rey Shaúl cayó en la batalla contra los Pelishtim, quienes no entregaron los restos para su entierro sino que los exhibieran como trofeos de guerra en una de sus ciudades. Los habitantes de Iavesh Guilad, una ciudad judía en el margen oriental del Iardén, arriesgaron sus vidas para robar los restos de Shaúl y su hijo Ionatán de las manos de los Pelishtim (Filisteos nativos de Creta). Los enterraron en su territorio sobre la margen oriental del Iardén).

El urim vetumim siguió revelando a David: "El pueblo es considerado culpable por un pecado cometido por la generación anterior: El Rey Shaúl exterminó Nov, una ciudad de kohanim y fue castigado por Dios. Sin embargo, en forma indirecta causó otra injusticia que aun no ha sido expiada - lastimó a los Guivonim (Guibeonitas, son los que se convirtieron al judaísmo por motivaciones impuras en tiempos de Yehoshua). Shaúl mató a siete Guivonim junto con los kohanim y los privó de su subsistencia, porque los Guivonim solían asistir a los kohanim hachando leña para el altar y también cargaban el agua para ellos".

Inmediatamente, David convocó a los Guivonim y les dijo: "Queremos resarcirlos por las penurias que sufrieron como resultado de la destrucción de Nov. ¿Cómo podemos apaciguarlos? Fijen una suma en oro y plata y luego perdonen el error cometido por el rey Shaúl y bendigamos para que Dios ponga fin a la hambruna".
"No queremos ni oro ni plata" contestaron los Guivonim en forma calma. "Siete de los nuestros fueron muertos, por eso entréganos siete miembros de la familia de Shaúl. Sus muertes nos apaciguarán".

"¿Pueden estar hablando en serio al exigir semejante venganza cruel?" pensó David. Dirigiéndose hacia los Guivonim, los persuadió: "¿Qué ganan con la muerte de otros? ¿Por qué no toman para ustedes una fortuna en oro y plata?"

"No estamos interesados en el oro" insistieron los Guivonim. "Exigimos vidas por las vidas que nos arrebataron. Entréguenos siete hijos de Shaúl y los colgaremos".

David pensó, "Puede ser que algunos estén dispuestos a aceptar oro y plata, pero no lo admiten frente a otros Guivonim". Por lo tanto, David los convocó uno por uno y trató de convencer a cada individuo para que aceptara un rescate en dinero. Este esfuerzo también falló, todos los Guivonim insistieron que la reparación debía hacerse en moneda de almas humanas.

(Coincidentemente, este episodio hizo que el rey David formulara la decisión halájica final por la cual los Guivonim jamás podrán casarse con miembros de la comunidad judía. Su crueldad comprobó que no se habían asimilado con el pueblo judío, quienes se distinguían por sus características compasivas).

Finalmente, David fue obligado a acceder. "Tendrán lo que piden" prometió a los Guivonim.
David les entregó dos hijos de la concubina de Shaúl, Ritzpá bat Aiá y cinco nietos de Shaúl. El 16 de Nisán, al comenzar la cosecha de la primavera, los Guivonim colgaron a los siete en una colina.

La Torá prohíbe que los cuerpos judíos pasen la noche colgados, es obligatorio que sean enterrados el mismo día que fueron colgados. Sin embargo, en este caso, David decidió hacer una excepción y dejó los cuerpos colgando hasta los tiempos de lluvias, por un período de siete meses. Un caso tan extraordinario difundiría el evento y rectificaría el jilul Hashem ocasionado por la injusticia cometida contra los Guivonim.

El Nombre de Dios sería santificado, porque las naciones no dejarían de oír acerca de los restos que quedaron colgados durante siete meses, contrario a la ley judía. Consecuentemente, preguntarían: "¿Por qué colgaron a estos judíos?" Y ellos escucharían: "Los judíos entregaron a siete nobles para ser muertos en aras de pacificar unos conversos poco meritorios".

Inevitablemente, los gentiles exclamarían: "No hay otro Dios como el de ellos y no hay otra nación comparable con la de ellos". (En efecto, 150.000 guerim se unieron a los judíos después de estos acontecimientos).

Ritzpá bat Aiá, cuyos dos hijos habían sido colgados, vistió ropa de arpillera como señal de duelo, pero reconoció plenamente la justicia de Dios y no se quejó. Decidió permanecer junto a los cuerpos sin vida constantemente, para vigilarlos de día de los pájaros de presa y de noche de las bestias salvajes. Durante siete meses permaneció fielmente junto a los restos en la colina y los protegió. No permitiría que ningún extraño la relevara en su vigilancia y con una fortaleza casi sobrehumana persistió en realizar ese gesto de misericordia ante los muertos.

Cuando el rey David fue informado acerca del jesed shel emet (bondad verdadera) de Ritzpá bat Aiá, comprendió que él también, debía esforzarse por los muertos. Inmediatamente, comenzó a hacer los arreglos por la transferencia de los restos de Shaúl desde la margen oriental del Iardén hasta Eretz Israel mismo, donde el difunto rey sería honrado adecuadamente.

David ordenó al Sanhedrín y a todo judío notable para que lo acompañaran a la margen oriental del Iardén. Cuando desenterraron los restos de Shaúl y Ionatán, los encontraron intactos. David y sus acompañantes aplicaron el versículo, "Dios cuida todos sus huesos, ni uno está roto" (Tehilim 34:2).

Este milagro enseñó al pueblo la gran rectitud de Shaúl y Ionatán e inspiró a la nación a hacer duelo por sus muertos.

David ordenó que el féretro de Shaúl fuera conducido por el territorio de cada tribu y que toda la población, incluyendo las mujeres y los niños, salieran a acompañarlo a fin de cumplir con la mitzvá de demostrar misericordia hacia los muertos. Después, el féretro de Shaúl fue llevado a las proximidades de Ierushalaim, donde fue enterrado en el lugar de la sepultura de su padre.
Cuando los pecados del pueblo judío fueron rectificados, Hashem se lleno de compasión. Después de tres años de hambruna, al comienzo del período de lluvia en el mes de Marjeshván, torrenciales tormentas benditas aliviaron al país de la hambruna.

Estos eventos ilustran la preocupación de Dios hasta por los guerim que no se convirtieron leshem shamaim. A partir de allí podemos apreciar Su amor por quienes se convirtieron por motivaciones puras.

Jinuj comenta que de la mitzvá de ser bondadoso con los guerim, derivamos la obligación de demostrar amabilidad especial hacia cualquier extraño entre nosotros. Debemos esforzarnos a ayudar a cualquier visitante y “hacerlo sentirse como en casa”.

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