viernes, 30 de julio de 2010

Nada Ocurre Vanamente

Una vez, cuando el Jafetz Jaim viajaba en una carroza desde su ciudad, Radin, hacia la estación de trenes, el conductor de la carroza le dijo:

“Rabí, probablemente usted sabe que el caballo que lleva la carroza pertenece a la comunidad.

Cuando mi viejo caballo murió, yo estaba en tan mala situación económica que ellos me donaron un caballo para que pueda trabajar. Pero mi pregunta es:



- ¿Por qué Dios me hizo esto?
- ¿Usted sabe cuán humillante es para mí salir y pedir?

“Déjeme explicarle”, le contestó simpáticamente el Jafetz Jaim. “El versículo dice: `Dios es justo en todos sus caminos1 (Tehilim 145:17).

A veces el conductor estipula un precio al comienzo del viaje, y en el medio él cambia de parecer y pide más dinero. A veces, él corta una rama de un campo que está en el camino para su caballo, o él incluso puede dejar que el caballo se alimente de los pastos del vecino.

Entonces usted ve, que fácilmente puede darse el caso de que el conductor sea castigado por alguna transgresión que pudo haber hecho en el pasado”.

“¡Yo entiendo!, contestó el conductor. “Pero, sobre usted Rabí, ¿qué sucede? - Usted no es un conductor. ¿Por qué el invierno pasado cuando usted estuvo en Vilna su sobretodo de piel fue robado?”.

El Jafetz Jaim respiró profundamente y dijo: “Yo también soy una persona que comete errores.
Usted sabe que yo vendo mis libros, y a veces la encuadernadora puede poner mal alguna hoja, o puede faltar alguna hoja o no estar claramente impresa. Incluso que yo soy cuidadoso en revisar cada libro antes de venderlo, de todas maneras puede haber errores.

Las personas que compran mis libros tienen vergüenza de decirme cuando ven un defecto, pero en sus corazones realmente les importa, y esa es la razón por la cual yo también fui castigado”.

Sobre este texto, la idea que a mi me parece que se deja ver, a través de este cochero preocupado por su “desgraciada situación” de tener que utilizar un caballo propiedad de la comunidad y no suya, es que cree que esta situación ha sido provocada por Dios, y él se pregunta la razón por la cual quiere castigarle.

Es la respuesta que le da el Jafetz Jaim: “Dios es justo en todos sus caminos”, la que de algún modo le quiere hacer reflexionar, en que uno debe ser verdaderamente justo en todas sus acciones.

Pero esto, es prácticamente imposible, porque no somos perfectos; incluso como muestra a través de su ejemplo, otras personas pueden cometer errores que pueden sernos achacados a nosotros mismos.

Y que a su vez somos las propias personas las que “castigamos” a nuestros congéneres, a través de sus propios sentimientos; no Dios el que le trae el castigo.

Rab Berl Schtudiner

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