Rosh HaShaná la cabeza del calendario judío y Pesaj son comienzos del año según nos explica el Talmud en el tratado Rosh HaShaná.
En el tiempo de Rosh HaShaná Dios crea a Adam el primer ser humano, pero Pesaj es el momento de una creación nueva del pueblo israelita.
Las potencias espirituales y celestiales que actúan en la época de Pesaj son de tal naturaleza que cualquier judío podría alcanzar prácticamente lo imposible si las utilizara como corresponde.
Un intento por avanzar, por alcanzar un nuevo nivel de sensibilidad espiritual, y de perfeccionamiento personal, el mismo podría tener un cierto grado de éxito en Pesaj que sería mucho más difícil de alcanzar en cualquier otro momento, es el ideal para toda circunstancia judía.
Ese momento sobrepasa lo natural, por que en circunstancias normales para lograr elevar nuestro nivel necesitamos subir gradualmente con tiempo y esfuerzo, pero resulta que la palabra “Pesaj” significa salto, el salto que en varios ordenes nos permite un crecimiento de mayor intensidad que en otras épocas, algo así como lo que un viento de cola ayuda a acelerar un viaje en aeroplano.
Esta fuerza es intensa en la primer noche de Pesaj, por que es el momento optimo con los mundos superiores, en nuestro rezo nocturno el Maariv o Arbit se operan los vínculos para conectarnos con los mundos superiores, pero en la primera noche de Pesaj las mismas se efectúan de modo automático y sin necesidad de grandes esfuerzos por que nuestro trabajo no es necesario, simbólicamente es como que entras a la cabina y el aeroplano se pone en marcha solo hacia su destino y a la máxima potencia.
En esa noche de Pesaj los judíos somos protegidos por Dios en mayor medida que el resto del año, del mismo modo que nos pregunta la Hagadá: "¿Por qué esta noche es diferente de las demás noches?", la respuesta es que ciertamente esta noche de Pesaj es muy diferente al resto de las noches, en la misma se abren las compuertas celestiales y el mundo espiritual es mas cercano.
El pueblo judío estaba en esa noche a la salida de Egipto en su nivel más bajo, por causa de la esclavitud, el trabajo forzado y las impurezas de la idolatría y las malas costumbres de Egipto, las mismas eran una mala influencia e ingresaban hasta por los poros del pueblo judío, habíamos llegado al nivel de impureza mas bajo es decir el “cuadragésimo noveno” , teníamos que ser redimidos en ese momento, porque si permanecíamos mas tiempo en Egipto nos hubiéramos sumergido en el quincuagésimo nivel, un pozo espiritual donde no hay forma de salir.
Todo depende de cuan rápido nos movamos. Hemos visto como eran todos los movimientos del pueblo judío antes de la velada de Pesaj, todas las cosas se hacían de modo acelerado, si no se apuraban perdían ese tren expreso con destino a la redención.
El Maharal de Praga el Rabí Iehudá ben Betzalel Loebnos explica que si uno se mueve rápido, acortando el tiempo necesario para llevar a cabo una labor, uno puede sobreponerse a los molestos efectos del tiempo. Desde luego que siempre existe un tiempo determinado para realizar una acción, pero en el plano espiritual las dimensiones de espacio y tiempo son contradichas, puesto que el mundo espiritual esta por encima del plano del tiempo material, el Maharal nos explica que podemos establecer contacto con el mismo al llegar a el lo mas cerca posible, con pocos esfuerzo físico pero por medio de nuestra intención y voluntad mediante la contracción del elemento físico de nuestros actos al mínimo de esfuerzo y con lo mas imprescindible.
Nuestra redención tenía que ocurrir en un “kjéref ain”, es decir en un abrir y cerrar de ojos, porque esa rapidez es muy necesaria para que este suceso continúe siendo espiritual y todo lo que sucediera posteriormente estuviere por encima de las leyes naturales.
Si hubiéramos dejado Egipto lentamente hubiéramos sido un pueblo regido por las leyes naturales como el resto de los pueblos. Pesaj es una cabeza de año por que nos marca un hito, nuestra nación judía nacía en ese preciso momento y a partir de esa circunstancia seguimos siendo un pueblo espiritual porque nuestro comienzo no obedeció a las leyes sujetas al tiempo y la materia sino que fue espiritual.
Rab Berl Schtudiner
jueves, 21 de enero de 2010
jueves, 14 de enero de 2010
El insaciable devorador de carne humana
Un hombre habló rumores sobre otra persona. Un tiempo después se arrepintió de lo que hizo, y fue al rabino a preguntarle cómo podía remediarlo. "Ve al negocio y compra una almohada de plumas" - le dijo el rabino - "luego dirígete a un gran campo abierto y esparce las plumas por el campo. Luego de hacer esto, regresa a mí luego de una semana".
El hombre hizo lo que le dijo el rabino y después de una semana regresó al mismo para saber cuál era el próximo paso a seguir. "Ahora" - dijo el rabino - "vuelve al campo y recoge todas las plumas". "Pero" - protestó el hombre - "aquellas plumas se han esparcido y han llegado a lugares remotos. Yo nunca podré encontrarlas a todas.". "Exactamente" - explicó el rabino - "ahora tú entiendes. Cuando nosotros hablamos mal sobre otra persona, el efecto es amplio y llega lejos. Y su daño nunca puede ser completamente remendado".
"La pluma es más fuerte que la espada...", y las palabras pueden causar más daño que cualquier arma.
La Torá dice que el dolor más grande en este mundo es la vergüenza. Aquel que avergüenza a otra persona y hace que se ruborice es juzgado como si hubiese derramado sangre.
Y aquel que avergüenza a otra persona y hace que su cara se torne blanca y desprovista de sangre es comparada con un asesino.
Considera todos los pequeños comentarios que hacemos todo el tiempo a nuestros padres, esposos, compañeros de trabajo o a los hijos. Una palabra mal escogida, con enojo, puede causar un daño grande en la relación. Es por eso que el Talmud sugiere la fórmula para tener una vida larga y buena: No existe mejor consejo que el silencio.
Al darle una guía para un lenguaje adecuado al pueblo judío, Dios también nos ha dado un gran regalo - la llave para vivir en paz colectivamente.
El lenguaje óptimo es la herramienta para prevenir y neutralizar el enojo, la amargura y la envidia que comúnmente existe entre la gente. El buen lenguaje implica amor, bondad y armonía, que unen al pueblo judío unos con los otros y finalmente con Dios.
Aprender a usar este lenguaje "Kasher" es una inversión que vale mucho. Los beneficios para uno y para los demás hacen que el lenguaje "Kasher" sea una ganancia completa.
"Imagínate a una persona caminando por la playa y de repente sale una ola que deja muchos diamantes en la costa". "¿Acaso tal persona -aunque fuera millonaria- se detendría de recoger los diamantes porque son demasiados para cargarlos?" "Es igual con el hablar bien". "Nada más porque es muy difícil cuidarse de no hablar Lashón Hará
¿No vas a tratar de hacer lo posible para no caer en ello?
El Midrash dice que por cada momento que la persona habla correctamente le cae una luz tan preciosa que ni siquiera los ángeles lo entienden". Se han esparcido y han llegado a lugares remotos. Yo nunca podré encontrarlas a todas. Muchas incluso han echado raíces". "Exactamente" - explicó el rabino - "ahora tú entiendes. Cuando nosotros hablamos mal sobre otra persona, el efecto es amplio y llega lejos. Y su daño nunca puede ser completamente remendado".
Muchos hablan mal de otras personas por que ven sus propios defectos, es como esos ladrones que suponen que todo el mundo es tan ladrón como ellos y por eso sospecha de todos.
Recapacita antes de hablar sobre tu prójimo, por que con la medida que juzgas serás juzgado...
Rab Berl Schtudiner
El hombre hizo lo que le dijo el rabino y después de una semana regresó al mismo para saber cuál era el próximo paso a seguir. "Ahora" - dijo el rabino - "vuelve al campo y recoge todas las plumas". "Pero" - protestó el hombre - "aquellas plumas se han esparcido y han llegado a lugares remotos. Yo nunca podré encontrarlas a todas.". "Exactamente" - explicó el rabino - "ahora tú entiendes. Cuando nosotros hablamos mal sobre otra persona, el efecto es amplio y llega lejos. Y su daño nunca puede ser completamente remendado".
"La pluma es más fuerte que la espada...", y las palabras pueden causar más daño que cualquier arma.
La Torá dice que el dolor más grande en este mundo es la vergüenza. Aquel que avergüenza a otra persona y hace que se ruborice es juzgado como si hubiese derramado sangre.
Y aquel que avergüenza a otra persona y hace que su cara se torne blanca y desprovista de sangre es comparada con un asesino.
Considera todos los pequeños comentarios que hacemos todo el tiempo a nuestros padres, esposos, compañeros de trabajo o a los hijos. Una palabra mal escogida, con enojo, puede causar un daño grande en la relación. Es por eso que el Talmud sugiere la fórmula para tener una vida larga y buena: No existe mejor consejo que el silencio.
Al darle una guía para un lenguaje adecuado al pueblo judío, Dios también nos ha dado un gran regalo - la llave para vivir en paz colectivamente.
El lenguaje óptimo es la herramienta para prevenir y neutralizar el enojo, la amargura y la envidia que comúnmente existe entre la gente. El buen lenguaje implica amor, bondad y armonía, que unen al pueblo judío unos con los otros y finalmente con Dios.
Aprender a usar este lenguaje "Kasher" es una inversión que vale mucho. Los beneficios para uno y para los demás hacen que el lenguaje "Kasher" sea una ganancia completa.
"Imagínate a una persona caminando por la playa y de repente sale una ola que deja muchos diamantes en la costa". "¿Acaso tal persona -aunque fuera millonaria- se detendría de recoger los diamantes porque son demasiados para cargarlos?" "Es igual con el hablar bien". "Nada más porque es muy difícil cuidarse de no hablar Lashón Hará
¿No vas a tratar de hacer lo posible para no caer en ello?
El Midrash dice que por cada momento que la persona habla correctamente le cae una luz tan preciosa que ni siquiera los ángeles lo entienden". Se han esparcido y han llegado a lugares remotos. Yo nunca podré encontrarlas a todas. Muchas incluso han echado raíces". "Exactamente" - explicó el rabino - "ahora tú entiendes. Cuando nosotros hablamos mal sobre otra persona, el efecto es amplio y llega lejos. Y su daño nunca puede ser completamente remendado".
Muchos hablan mal de otras personas por que ven sus propios defectos, es como esos ladrones que suponen que todo el mundo es tan ladrón como ellos y por eso sospecha de todos.
Recapacita antes de hablar sobre tu prójimo, por que con la medida que juzgas serás juzgado...
Rab Berl Schtudiner
miércoles, 6 de enero de 2010
Las puertas del Cielo se abrieron para recibir su oración
A la entrada de Kipur, un silencio completo reinaba en la sinagoga; los ojos de todos los fieles estaban fijados en dirección del venerable Baal Shem Tov, vestido con su túnica blanca y cubierto enteramente con su Talit. Cada uno aguardaba el momento en que el eminente Rabí iniciara la oración sagrada del Kol Nidré.
Los que estaban cerca de él notaban en su rostro una expresión de tristeza y angustia que se les contagiaba, pero nadie se atrevía a preguntar la razón de su agobio. Cuando recitó el Kol Nidré, sabían que tenía un gran peso en su corazón y la emoción era doble.
Súbitamente, al empezar la oración de Arbit, una sonrisa iluminó el rostro del Baal Shem Tov y el alivio que sintió en aquel momento se propagó a todos, sin que nadie comprendiera qué ocurría en la mente de su querido Rabino.
Al finalizar el santo día de Kipur, el Baal Shem Tov explicó su actitud a sus discípulos: "Os voy a relatar lo que me fue revelado a la hora del Kol Nidré y que tanto me afectó, y el feliz desenlace a la hora de Arbit (oración nocturna) que me tranquilizó". En una aldea cercana vivía un judío muy religioso y honorable: El propietario de su casa era un aristócrata polaco que le tenía en gran estima y le consideraba como un amigo. Un día, sin haber sufrido ninguna enfermedad, el judío murió repentinamente dejando su mujer y un hijo pequeño. El fallecimiento de su marido le produjo tal choque que le costó la vida a ella también poco después.
El notable polaco trastornado por esta desgracia, consideró un deber tomar a su cargo el huérfano y se ocupó de él considerándolo como su propio hijo. Los años pasaron y el niño ignoraba que no era su hijo verdadero. Un día el piadoso polaco organizó una fiesta en su propiedad; los niños jugaban en el patio, y estalló un pelea entre ellos; uno trató al hijo adoptivo de "judío". El chico corrió a su "padre" llorando y le preguntó si era verdad que era judío.
- Mi querido hijo, le respondió con cariño el piadoso, sabes bien que te amo y te trato como mi hijo. Cuando muera, tú serás mi único heredero. ¿Qué más puedo hacer por ti?
- Esto significa que no soy tu verdadero hijo. ¿Es entonces verdad que soy judío? ¿Porqué me lo ocultaste?
Luego añadió sollozando: ¿Quienes eran mis padres? ¡Tengo el derecho de saberlo!
El buen hombre abrazó al joven con cariño y trató de consolarle: "Puedes estar orgulloso de tus padres, pues eran muy buenos y temerosos de Dios. Tu padre era muy buen amigo mío, por lo cual consideré un deber adoptarte. Como yo no tengo hijos propios, a ti te considero y te quiero como un hijo verdadero.
Poco a poco el joven supo toda la historia de sus padres y al final le dijo el piadoso: "Como eran humildes, no dejaron nada fuera de un pequeño paquete que conservo y que ya llegó el momento de entregarte".
Buscó dicho paquete y se lo trajo. Mientras el joven lo abría, sus manos temblaban y su corazón latía. El paquete contenía una talega con letras bordadas con hilo de oro. En el interior de la talega había un velo de lana con flecos en las extremidades y un bolso pequeño que contenía dos cajitas negras con tiras de cuero y un libro. Ignoraba que se trataba del Talit (manto judío), los Tefilin (filacterias) y el Sidur de Tefilá (libro de oraciones) de su padre, pero conservaría estos objetos en recuerdo de sus padres que nunca conoció.
Desde ese día soñaba cada noche con sus padres, que le decían que ya era mayor y como era judío, debía retornar a su pueblo.
Aprovechó una ocasión en que el buen hombre salió en viaje de negocios, para recapacitar a solas sobre su situación a raíz de lo ocurrido. Ciertamente amaba al piadoso y le estaba muy agradecido, pero al mismo tiempo consideraba como un deber sagrado el tomar contacto con sus hermanos judíos.
El sabía que en la cercanía había una aldea donde vivían unas cuantas familias judías. Salió de madrugada para no ser visto por ningún empleado del piadoso que pudiese interrogarle, y se dirigió en dirección de la aldea. A su llegada, encontró a un pequeño grupo de judíos que se disponían a subir con sus bultos a sus carruajes. Se acercó a ellos y les preguntó:
- ¿Buenos días señores, van ustedes a la feria?
- ¡Oh no! le respondieron con tono serio, vamos a celebrar nuestra fiesta de Kipur y viajamos con nuestras familias a la ciudad más cercana a fin de poder rezar en la sinagoga con otros judíos.
El joven regresó pensativo a su casa: lamentó no haber traído el bolso de sus padres para mostrárselo y obtener una aclaración sobre su significado. Al mismo tiempo se hubiese familiarizado con ellos y les hubiese pedido explicaciones sobre Kipur.
Siguió reflexionando varios días y decidió tomar su destino en sus manos, y volver a su pueblo. Se informó sobre la localidad más cercana donde había una comunidad judía y preparó un bulto con vestimentas y un poco de alimentos. Antes de salir, dejó una nota a su padre adoptivo comunicándole que viajaba para visitar a unos judíos que había conocido.
Después de varios días de viaje llegó a dicha localidad, preguntó por la sinagoga y llegó a ella justamente en el momento que cantaban el Kol Nidré. Se ubicó en un rincón cerca de la entrada. Se estremeció ante la escena de que fue testigo: todos los asistentes estaban cubiertos con sus mantos, concentrados en su rogativa, muchos con lágrimas en sus ojos. El joven no pudo contener su emoción. Se sintió integrado a la colectividad. Sacó su Talit blanco y se cubrió con él. Tomó en sus manos el libro de Tefilá y lo abrió. Entonces estalló en llantos y clamó: "Oh Dios, no puedo ni leer ni hacer mi oración. Soy un pobre judío perdido. Dame la posibilidad de rezar y retornar a mis hermanos.
La desesperación del joven llegó hasta las alturas y las puertas del Cielo se abrieron para recibir su oración.
Cuando el Baal Shem Tov acabó su relato, todos los asistentes tenían lágrimas en los ojos y pensaban con conmiseración en todas las almas perdidas de Israel y que Dios en su misericordia hace retornar.
Rab Berl Schtudiner
Los que estaban cerca de él notaban en su rostro una expresión de tristeza y angustia que se les contagiaba, pero nadie se atrevía a preguntar la razón de su agobio. Cuando recitó el Kol Nidré, sabían que tenía un gran peso en su corazón y la emoción era doble.
Súbitamente, al empezar la oración de Arbit, una sonrisa iluminó el rostro del Baal Shem Tov y el alivio que sintió en aquel momento se propagó a todos, sin que nadie comprendiera qué ocurría en la mente de su querido Rabino.
Al finalizar el santo día de Kipur, el Baal Shem Tov explicó su actitud a sus discípulos: "Os voy a relatar lo que me fue revelado a la hora del Kol Nidré y que tanto me afectó, y el feliz desenlace a la hora de Arbit (oración nocturna) que me tranquilizó". En una aldea cercana vivía un judío muy religioso y honorable: El propietario de su casa era un aristócrata polaco que le tenía en gran estima y le consideraba como un amigo. Un día, sin haber sufrido ninguna enfermedad, el judío murió repentinamente dejando su mujer y un hijo pequeño. El fallecimiento de su marido le produjo tal choque que le costó la vida a ella también poco después.
El notable polaco trastornado por esta desgracia, consideró un deber tomar a su cargo el huérfano y se ocupó de él considerándolo como su propio hijo. Los años pasaron y el niño ignoraba que no era su hijo verdadero. Un día el piadoso polaco organizó una fiesta en su propiedad; los niños jugaban en el patio, y estalló un pelea entre ellos; uno trató al hijo adoptivo de "judío". El chico corrió a su "padre" llorando y le preguntó si era verdad que era judío.
- Mi querido hijo, le respondió con cariño el piadoso, sabes bien que te amo y te trato como mi hijo. Cuando muera, tú serás mi único heredero. ¿Qué más puedo hacer por ti?
- Esto significa que no soy tu verdadero hijo. ¿Es entonces verdad que soy judío? ¿Porqué me lo ocultaste?
Luego añadió sollozando: ¿Quienes eran mis padres? ¡Tengo el derecho de saberlo!
El buen hombre abrazó al joven con cariño y trató de consolarle: "Puedes estar orgulloso de tus padres, pues eran muy buenos y temerosos de Dios. Tu padre era muy buen amigo mío, por lo cual consideré un deber adoptarte. Como yo no tengo hijos propios, a ti te considero y te quiero como un hijo verdadero.
Poco a poco el joven supo toda la historia de sus padres y al final le dijo el piadoso: "Como eran humildes, no dejaron nada fuera de un pequeño paquete que conservo y que ya llegó el momento de entregarte".
Buscó dicho paquete y se lo trajo. Mientras el joven lo abría, sus manos temblaban y su corazón latía. El paquete contenía una talega con letras bordadas con hilo de oro. En el interior de la talega había un velo de lana con flecos en las extremidades y un bolso pequeño que contenía dos cajitas negras con tiras de cuero y un libro. Ignoraba que se trataba del Talit (manto judío), los Tefilin (filacterias) y el Sidur de Tefilá (libro de oraciones) de su padre, pero conservaría estos objetos en recuerdo de sus padres que nunca conoció.
Desde ese día soñaba cada noche con sus padres, que le decían que ya era mayor y como era judío, debía retornar a su pueblo.
Aprovechó una ocasión en que el buen hombre salió en viaje de negocios, para recapacitar a solas sobre su situación a raíz de lo ocurrido. Ciertamente amaba al piadoso y le estaba muy agradecido, pero al mismo tiempo consideraba como un deber sagrado el tomar contacto con sus hermanos judíos.
El sabía que en la cercanía había una aldea donde vivían unas cuantas familias judías. Salió de madrugada para no ser visto por ningún empleado del piadoso que pudiese interrogarle, y se dirigió en dirección de la aldea. A su llegada, encontró a un pequeño grupo de judíos que se disponían a subir con sus bultos a sus carruajes. Se acercó a ellos y les preguntó:
- ¿Buenos días señores, van ustedes a la feria?
- ¡Oh no! le respondieron con tono serio, vamos a celebrar nuestra fiesta de Kipur y viajamos con nuestras familias a la ciudad más cercana a fin de poder rezar en la sinagoga con otros judíos.
El joven regresó pensativo a su casa: lamentó no haber traído el bolso de sus padres para mostrárselo y obtener una aclaración sobre su significado. Al mismo tiempo se hubiese familiarizado con ellos y les hubiese pedido explicaciones sobre Kipur.
Siguió reflexionando varios días y decidió tomar su destino en sus manos, y volver a su pueblo. Se informó sobre la localidad más cercana donde había una comunidad judía y preparó un bulto con vestimentas y un poco de alimentos. Antes de salir, dejó una nota a su padre adoptivo comunicándole que viajaba para visitar a unos judíos que había conocido.
Después de varios días de viaje llegó a dicha localidad, preguntó por la sinagoga y llegó a ella justamente en el momento que cantaban el Kol Nidré. Se ubicó en un rincón cerca de la entrada. Se estremeció ante la escena de que fue testigo: todos los asistentes estaban cubiertos con sus mantos, concentrados en su rogativa, muchos con lágrimas en sus ojos. El joven no pudo contener su emoción. Se sintió integrado a la colectividad. Sacó su Talit blanco y se cubrió con él. Tomó en sus manos el libro de Tefilá y lo abrió. Entonces estalló en llantos y clamó: "Oh Dios, no puedo ni leer ni hacer mi oración. Soy un pobre judío perdido. Dame la posibilidad de rezar y retornar a mis hermanos.
La desesperación del joven llegó hasta las alturas y las puertas del Cielo se abrieron para recibir su oración.
Cuando el Baal Shem Tov acabó su relato, todos los asistentes tenían lágrimas en los ojos y pensaban con conmiseración en todas las almas perdidas de Israel y que Dios en su misericordia hace retornar.
Rab Berl Schtudiner
martes, 5 de enero de 2010
La importancia de comer Kasher
¿Cual es la importancia corporal y espiritual del alimento Kasher?
Uno de los deseos mas elementales de las personas, es el apetito, a primera vista diríamos que no hay cosa más superficial, y sin importancia que la acción de comer.
El acto de comer, según el judaísmo es uno de los medios instructivos por los cuales, nuestro pueblo llegará al objetivo que Dios nos declaro en le Monte Sinaí en el día que recibimos La Torá:
El Kashrut como todas las Halajot (leyes judías) sirve para el propósito de reforzar el autocontrol de cada judío y así leemos en el Midrash Tanjuma, Shemini "Las Mitsvot”, es decir los preceptos como en este caso el Kashrut (dieta judía) fueron dados para ejercitar a las personas ¿Pero por qué le importa a Dios la pureza o la impureza de los animales que consumimos?
Es comprensible que las Mitsvot fueron dadas con la intención de formar a la gente. Al sentarnos a comer una comida apta es decir Kasher debemos recordar que el animal que estamos comiendo es una criatura de Dios, por ejemplo, que la caza como deporte está prohibida ya que somos responsables de lo que sucede con otras criaturas, tanto los humanos como los animales.
El judaísmo afirma que el acto de comer no es una cuestión banal e insignificante. Es un acto más en el acontecer del hombre para consagrar su vida. La Torá nos afirma que debemos educar nuestros instintos, hace hincapié en el acto de comer diciendo que antes de realizarlo debemos de indagar que comemos, si es carne de animal puro o impuro, si fue faenado por un "shojet" el cual es rabino especialista en la faena y la biología un experto en la materia, si de la misma se le ha quitado las grasas prohibidas o sebo, los tendones ciáticos, y todos los otras venas y tendones prohibidos a causa de la sangre o del sebo; si no se presenta ningún elemento que lo haga no apto es decir Taref, tales como un pulmón agujereado, o algún órgano defectuoso, o fractura vedada.
Aún entonces para que la carne pueda ser ingerida debe extraérsele la mayor cantidad de sangre de ella sumergiéndola en agua por media hora, salándola correctamente dejándola durante una hora en sal, enjuagándola luego tres veces y cumpliendo otras leyes que están explicadas en el Shuljan Aruj.
La Torá misma expresa el punto de vista de que la carne de animales prohibidos ejerce una influencia dañina, sobre el alma humana. Por otra parte, la Torá recomienda la observancia de las leyes dietéticas como un medio positivo de santificación de nuestro ser.
El Kasherut no es solo un ritual de comidas sanas que implica la parte material de nuestro ser como es el cuerpo humano, sino también aquello que no se ve con los ojos y que es nuestra alma, por que tanto el cuerpo como el alma humana conforman una entidad inseparable revestida de santidad. Por que los alimentos influyen tanto en el cuerpo como en la vida espiritual.
"Y seréis consagrados para Mí pues Santo Soy Yo Díos, y los he separado a ustedes de los pueblos para que sean para Mí" (Vaikrá -Levítico- 20:26).
El Kasherut es la dieta de Dios para desarrollar la espiritualidad. La tradición kabalística nos enseña que la comida no kasher bloquea el potencial espiritual del alma. Por que los animales aptos para la dieta Kasher propiamente faenados tienen más "destellos de santidad" que serán incorporados sin perjudicar nuestro ser.
Rab Berl Schtudiner
Uno de los deseos mas elementales de las personas, es el apetito, a primera vista diríamos que no hay cosa más superficial, y sin importancia que la acción de comer.
El acto de comer, según el judaísmo es uno de los medios instructivos por los cuales, nuestro pueblo llegará al objetivo que Dios nos declaro en le Monte Sinaí en el día que recibimos La Torá:
וְאַתֶּם תִּהְיוּ-לִי מַמְלֶכֶת כהֲנִים, וְגוֹי קָדוֹשׁ
Veatem teihu li mamlejet cohanim, vegoi kadosh
"Vosotros seréis para mi un reino de sacerdotes, y un pueblo santo"
(Shemot - éxodo 19:6)
El Kashrut como todas las Halajot (leyes judías) sirve para el propósito de reforzar el autocontrol de cada judío y así leemos en el Midrash Tanjuma, Shemini "Las Mitsvot”, es decir los preceptos como en este caso el Kashrut (dieta judía) fueron dados para ejercitar a las personas ¿Pero por qué le importa a Dios la pureza o la impureza de los animales que consumimos?
Es comprensible que las Mitsvot fueron dadas con la intención de formar a la gente. Al sentarnos a comer una comida apta es decir Kasher debemos recordar que el animal que estamos comiendo es una criatura de Dios, por ejemplo, que la caza como deporte está prohibida ya que somos responsables de lo que sucede con otras criaturas, tanto los humanos como los animales.
El judaísmo afirma que el acto de comer no es una cuestión banal e insignificante. Es un acto más en el acontecer del hombre para consagrar su vida. La Torá nos afirma que debemos educar nuestros instintos, hace hincapié en el acto de comer diciendo que antes de realizarlo debemos de indagar que comemos, si es carne de animal puro o impuro, si fue faenado por un "shojet" el cual es rabino especialista en la faena y la biología un experto en la materia, si de la misma se le ha quitado las grasas prohibidas o sebo, los tendones ciáticos, y todos los otras venas y tendones prohibidos a causa de la sangre o del sebo; si no se presenta ningún elemento que lo haga no apto es decir Taref, tales como un pulmón agujereado, o algún órgano defectuoso, o fractura vedada.
Aún entonces para que la carne pueda ser ingerida debe extraérsele la mayor cantidad de sangre de ella sumergiéndola en agua por media hora, salándola correctamente dejándola durante una hora en sal, enjuagándola luego tres veces y cumpliendo otras leyes que están explicadas en el Shuljan Aruj.
La Torá misma expresa el punto de vista de que la carne de animales prohibidos ejerce una influencia dañina, sobre el alma humana. Por otra parte, la Torá recomienda la observancia de las leyes dietéticas como un medio positivo de santificación de nuestro ser.
El Kasherut no es solo un ritual de comidas sanas que implica la parte material de nuestro ser como es el cuerpo humano, sino también aquello que no se ve con los ojos y que es nuestra alma, por que tanto el cuerpo como el alma humana conforman una entidad inseparable revestida de santidad. Por que los alimentos influyen tanto en el cuerpo como en la vida espiritual.
"Y seréis consagrados para Mí pues Santo Soy Yo Díos, y los he separado a ustedes de los pueblos para que sean para Mí" (Vaikrá -Levítico- 20:26).
El Kasherut es la dieta de Dios para desarrollar la espiritualidad. La tradición kabalística nos enseña que la comida no kasher bloquea el potencial espiritual del alma. Por que los animales aptos para la dieta Kasher propiamente faenados tienen más "destellos de santidad" que serán incorporados sin perjudicar nuestro ser.
Rab Berl Schtudiner
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