martes, 2 de febrero de 2010

Quien es el varón que desea la vida – “Mi Haish”



Esta escrito en los salmos - Tehilim (34:13)

.מִי-הָאִישׁ, הֶחָפֵץ חַיִּים; אהֵב יָמִים, לִרְאוֹת טוֹב
Mi haish, hajafetz jaiim ohev iamim, lirot tov

¿Quién es el varón que desea la vida y que ama los días para ver el bien?

Tehilim (34:14) Guarda tu lengua del mal, y tus labios no hablen engaño”. Los comentaristas [1] nos han explicado que cuando el pasuk (el versículo) declara "que desea la vida", se refiere a la vida eterna en el mundo venidero, mientras que la frase: "ama los días para ver el bien", se refiere a la vida en este mundo, [esa vida] que es semejante al día en relación a la vida eterna [del mundo por venir].

Es sorprendente que estos sencillos versículos del Tanaj nos encomiendan a todos prestar atención y cuidarnos especialmente de caer en este dañino pecado.

En la Torá, se nos ha ordenado a “los judíos” observar 248 mandamientos positivos (lo que debemos hacer) y 365 mandamientos negativos (lo que no debemos hacer), en referencia a todos ellos Yisbaraj HaShem (bendito Su Nombre) nos ha dicho en la Parshat Nitzavim Devarim: 30, 15-16:
"Mira, he puesto hoy delante de ti la vida y lo bueno, la muerte y lo malo...."

Devarim 30:19:
A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu simiente;

Devarim 30:20 “que ames al SEÑOR tu Dios, que oigas su palabra, y que vayas en su camino (cumplir y proteger sus mandamientos, sus ordenanzas y sus decretos “halajot”);…porque él es tu vida, y la prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que prometió HaShem a tus padres Abraham, Isaac, y Jacob, que les había de dar.

Esta es la introducción del Sefer Jafetz Jaim [2] y allí se enumeran puntualmente los mandamientos más importantes de Shemirat Lashón, “el cuidado de la palabra”.

Cuando nos dice he puesto hoy delante de ti la vida y lo bueno, la muerte y lo malo, se refiere a nuestra opción de libre albedrío, que nos otorga el poder de elección entre el bien y el mal y la opción de elegir entre la vida y la muerte, según nuestras propias acciones y nuestro proceder.

Hay muchos mandamientos negativos y positivos que la gente está habituada de modo automático a violar, por causa de este amargo pecado denominado Lashón HaRá, y mucho más frecuente que otras transgresiones de la Torá.

Se habla Lashón HaRá de modo cotidiano, en las comunicaciones telefónicas, en los comentarios entre amistades y ni hablemos en las noticias donde el murmullo infundado es una herramienta muy común.

Por tal razón toda persona que quiere proteger su vida y desea vivir, debe cuidar su lengua y alejarse del mal.

Cuidar su lengua es no difamar o chismosear, y alejarse del mal es no escuchar difamaciones o calumnias.

Muchas veces no hablamos mal del prójimo, pero escuchamos los comentarios que se hacen sobre el, la dimensión del mal es la misma, si no nos queda otra opción que escuchar lo que hablan y no podemos escapar de ello, se pude escuchar con la subterfugio de no prestar atención a las palabras, pensando en lo posible en otra cosa.

El rey David, Alav Hashalom [3], en los salmos quería aludirnos a nosotros de una manera general, ya que debemos protegernos de los pecados entre el hombre y sus semejantes del mismo modo que se procede con los pecados entre el hombre y Dios. Con respecto a los pecados entre el hombre y su semejante, el rey David, Alav Hashalom, informó a la persona que quien desea la vida debe proteger su lengua del mal en todos sus detalles, y por lo tanto va a tener cuidado en todos los pecados relativos entre el hombre y sus semejantes.

Es evidente que una vez que se tenga cuidado de la no participación en los pecados del habla, la persona llega a alcanzar un punto muy alto en el que se abstiene en la practica de todos los pecados entre el hombre y sus semejantes.

De este modo la persona finalmente se abstendrá de todos las faltas entre el hombre y sus semejantes, porque cuando uno evita los males de la lengua.

Nunca se debe hablar con sorna sobre su semejante, observando todas las leyes de expresión adecuada [4], incluso cuando supone que el habla no causaría daño a su compañero, definitivamente tendrá también cuidado para evitar robos, hurtos y otros pecados cometidos entre el hombre y sus semejantes.

Para que haya un modo adecuado para conducir a la observancia de todas las mitsvot entre el hombre y su semejante, hay que tener mucho cuidado de observar todas las leyes de la expresión tales, como el evitar hablar en contra de su semejante si esto le causa a la víctima el perder su medio de vida u profesión por haberle causado desprestigio, o si le causa vergüenza, o incluso si fortalece una controversia.

Una vez que uno sigue las leyes de expresión adecuada, habiendo aceptado a sí mismo de no causar algo vergonzoso o desfavorable que recaiga sobre sus compañeros como consecuencia de su intervención indebida, entonces el paso del tiempo de proceder correctamente y el arrepentimiento le limpiaran paulatinamente todos los pecados entre el hombre y sus compañeros.

Rabí Israel Meír HaCohén Kegan, denominado el Jafetz Jaim por causa del nombre de su famoso libro, fue un gran hombre, que con sus obras iluminó los ojos de nuestro pueblo, especialmente en un tema muy importante, como el cuidado en la forma de hablar.

En su obra “Jafetz Jaim”, concentró y a la vez detalló todas las leyes respecto a este tema, y en el libro “Shemirat Halashón” nos muestra y nos fortalece desarrollando los premios y los castigos derivados de las explicaciones que aparecen en el Talmud y en otros libros sagrados.
Con el estudio de estos libros podemos tener una visión clara acerca del cuidado intensivo y de la obligación que tenemos de recapacitar antes de abrir nuestra boca.
Pero este cuidado no está solamente en sus libros, sino que la vida del Jafetz Jaim es de por si el ejemplo viviente de lo que escribió.
El Rab HaGaon Yaakov Israel Kanievsky, llamado “el Steipler” nos atestigua:
Cierto Rab tenía que cumplir una importante misión durante tres días en una ciudad de Polonia. El Jafetz Jaim lo acompañaba en esa oportunidad. En el camino se detuvieron para comer algo en una hostería que era conocida por su cuidado estricto del Kashrut.

La esposa del dueño del lugar les preparó enseguida una mesa y les sirvió de la mejor forma posible, al ver que habían llegado unos huéspedes muy especiales. Cuando terminaron de comer se acercó a preguntarles si la comida estuvo bien preparada. El Jafetz Jaim respondió sin dudar: “muy buena, en verdad estuvo excelente”.

La señora no se movió del lugar, esperaba la respuesta del otro Rab. Y la respuesta no tardó en llegar: “bien, pero podría haber estado mejor con un poco más de sal…”

La mujer dio media vuelta y fue rumbo a la cocina. El Jafetz Jaim “olió” algo no muy bueno. Se dirigió a su compañero y le dijo: “No puedo creerlo! Toda mi vida me cuidé de escuchar y hablar Lashón HaRa, ¿Por qué Hashem me puso en tu camino, que te acompañe para tener que escuchar hablar Lashón HaRa? Estoy muy apenado y arrepentido de haberte acompañado hasta aquí, y ahora estoy convencido que la gestión que tenemos no es del todo pura, si sería pura no habría pasado semejante cosa”.

El Rab quedó paralizado ante las palabras del Jafetz Jaim, no entendía la gravedad de sus palabras, es más ni la gravedad ni la levedad, estaba seguro de no haber dicho nada malo.
“¿Qué es lo que dije, hay algo grave en mis palabras? Simplemente dije que la comida estaba bien, y solamente agregué que hubiera sido bueno agregar un poco más de sal”
No tienes la menor idea de la fuerza de las palabras y del mal que las mismas pueden causar, dijo el Jafetz Jaim casi llorando, la mujer que vino a servirnos, seguro que no preparó la comida. Lo más probable es que la cocinera sea una mujer muy pobre, y además viuda, que no puede dejar de trabajar para conseguir el sustento de su familia.

Ahora, gracias a tus palabras, la señora entrará a la cocina a decirle unas cuantas cosas a esta pobre mujer. Para defenderse, la pobre viuda tendrá que mentir, y contestará que puso la medida justa de sal y hasta probó la comida para asegurarse que esté a punto.
Entonces, la dueña de casa la tratará de mentirosa y le dirá:
- ¿Acaso tu piensas que los distinguidos rabinos están mintiendo?
- ¡Tu eres la que está mintiendo!
Y esto provocará el enojo de la señora que posiblemente llegue a despedir a la pobre cocinera, y ésta quedará sin trabajo
Fíjate cuántos pecados se cometen con tan pocas palabras:
  • 1) Hablaste Lashón HaRa.
  • 2) Provocaste que la dueña de casa escuche Lashón HaRa.
  • 3) Hiciste que la dueña de casa repita el Lashón HaRa frente a la cocinera.
  • 4) Provocaste que la cocinera necesite mentir.
  • 5) Tus palabras enfurecieron a la dueña, y ésta hizo sufrir a una mujer viuda.
  • 6) Provocaste peleas entre la gente.
Cuando el Jafetz Jaim terminó su reproche, sonriendo, el Rab dijo en voz baja: me parece un poco exagerada toda esta historia - ¡No es posible que palabras tan simples como las que dije provoquen semejante desastre!
- ¡Si piensas así, volvió a la carga el Jafetz Jaim, levantándose de su asiento, para sacarte de tu duda, vamos a ver lo que está pasando en la cocina!
Entraron y vieron a la dueña de casa hablando en un tono muy fuerte a la cocinera, y esta pobre mujer estaba parada contra la pared llena de lágrimas en sus ojos.
El Rab vio que el Jafetz Jaim no exageró y sintió una tremenda lástima por la cocinera, ahora tenía que salvarla y disculparse, si existiera la forma, por haberla hecho sufrir tanto. Hasta tendría que insistirle a la pobre viuda que lo perdone, por todo lo que provocó…
Se dirigió primero a la dueña de casa diciéndole que fue un error, que la comida estaba perfecta, que disculpe a la cocinera y que se olvide de todo este asunto, y desde luego, que no se le ocurra despedirla, ya que hizo un gran trabajo. Inclusive estaba dispuesto a pagar por los problemas que causó, con la condición que no despidan a la cocinera.
La señora era muy buena, y aceptó los pedidos del Rab. “No tengan ninguna duda, seguro que la cocinera continuará en su trabajo. Solamente quise enseñarle que debía ser muy cuidadosa con los condimentos. Es una gran cocinera, y seguirá trabajando con nosotros”.

El relato nos enseña hasta dónde debemos ser cuidadosos con nuestras palabras. Así como unos pocos granitos de sal pueden llegar a provocar un daño tremendo, tan solo unas pocas palabras pueden causar el abandono de este mundo y el del mundo venidero. En la generación del desierto, el leproso, que adquirió la enfermedad denominada Metzorá al hablar Lashón HaRa, la persona que la adquiría debía soportar la soledad, el alejamiento, y debía vivir fuera del campamento.

Alejado de todos sus conocidos, de su familia, por lo menos durante una semana, sin nadie con quien hablar, solamente con su interior, reprochándose su conducta, que lo condujo a esa triste soledad.
Una palabra de Lashón HaRa también aleja al que la dice de la Santa Providencia, debido a la gravedad del pecado, pero también lo aleja de su compañero, porque quien escucha que alguien desprecia a otra persona sin motivo no hace otra cosa que alejarse.

Para salvarnos de todo esto, hay un solo remedio: estudiar las leyes del Lashón HaRa, y fortalecernos en el amor y el cariño hacia nuestros semejantes. Toda persona que “enfoque” a sus semejantes con un “buen ojo” se acostumbrará a querer a todo el mundo, y “comprará” el escudo que lo proteja de hablar Lashón HaRa. Y esto lo convertirá en una persona querida por todos, y lo más importante querida por HaShem, será apreciado “arriba” (en el Cielo) y apreciado “abajo” (en la tierra). Logrará mejorar su Olam Hazé (el mundo terrenal) y también tendrá un gran Olam Habá (mundo venidero).

Rab Berl Schtudiner

[1] "Los comentaristas" se refieren a Metzudas David y Tanjuma, Parshat Metzorá b.


[2] Sefer Jafetz Jaim es el libro del Rabí Israel Meír HaCohén, sobre Lashón HaRa, entre la gente del pueblo judío nombraron al Rabí Israel Meír con el ilustre apodo de Jafetz Jaim por la importancia de su libro y por su gran piedad


[3] "Alav Hashalom" significa "La paz está sobre él", "Shalóm", en referencia a HaShem (Dios). Esta frase se utiliza en referencia a alguien que ya no está vivo.


[4] Esto se explica en la introducción al Sefer "Jafetz Jaim".

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