miércoles, 26 de mayo de 2010
Los mandamientos de Israel y los de las otras Naciones
Nuestros sabios declararon en el Pirkei Avot o "Ética de los Padres": "Amado es el hombre, puesto que fue creado según la imagen divina, como está escrito: "A imagen de Dios creó al hombre."
Esta afirmación se refiere al conjunto de la humanidad; todos los hombres poseen este nivel distintivo y todos son por tanto siervos de Dios.
Tenemos, sin embargo, que existe un pueblo judío único, y de quienes está escrito: "Y vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación Santa" (Éxodo 19:6)
De acuerdo con ello, nuestra visión de la humanidad como un todo incluye dos caminos y cada uno es complementario con el otro: de un lado, el judío está llamado a reconocer el amor de Dios por la humanidad entera y su grado de acercamiento a El; por el otro, el gentil debe reconocer el rol de los judíos y su indispensabilidad para su propia realización.
Más adelante, en la "Ética de los Padres" se encuentra escrito: "Todo lo que Dios creó en Su mundo, lo creó por su honor".
De la misma manera que vemos que existen diferentes niveles en el seno del pueblo judío, es decir, Cohanim (sacerdotes), Levitas e Israelitas, así también hay niveles diferenciales en la humanidad, cada uno aporta una parte de su propia contribución al propósito universal.
Los judíos son los "sacerdotes", los "primogénitos" (Éxodo 4:22), encargados de difundir la verdad divina como preocupación total en sus vidas, con el fin de permitir a los demás pueblos el actualizar su propio potencial.
En consecuencia, no es conveniente que los judíos asuman ninguna otra identidad o que desempeñen un papel en el mundo que no realce su verdadera naturaleza de acuerdo con esta función. En el momento en que los judíos asumen su verdadero papel, su estima a los ojos del mundo se eleva, y todas las formas de error y confusión disminuyen.
Más aún, sin la ayuda del judío identificado consigo mismo, ningún no-judío, puede esperar que se le entregue aquello que merece recibir en su proceso de búsqueda de la verdad. Los mandamientos que separan a Israel de las demás naciones, tales como la prohibición de matrimonios mixtos, sirven al propósito de facilitar la universalidad, no de impedirla; ellos proporcionan un ejemplo público de la vida en la Torá y entregan al mundo una dirección precisa e inmediata en donde la verdad puede ser hallada.
En la visión judía de la vida cualquier detalle de la provisión divina para el mundo en la Torá es tomado en consideración. Al gentil no se le requiere ser tan escrupuloso en sus acciones; al menos, claro, que desee cambiar de naturaleza básica y convertirse. Sin embargo, los Siete Mandamientos que le corresponden le proveen con todo lo que necesita para acceder al amor de Dios dentro del marco de su condición original.
El cumplimiento de estos mandamientos, conducen al mundo a la Era Mesiánica de la misma manera que las observancias judías. Esta es la tarea de la humanidad, en sus diferentes modalidades: perfeccionar el mundo y encauzarlo a la ya prometida revelación del conocimiento divino y de la paz universal. En ese entonces no habrá ya más confusión acerca de papeles a desempeñar y recompensas respectivas, sino que cada hombre será feliz con su respectiva condición. Al respecto, Maimónides puntualiza:
"Los sabios y profetas no anhelaban los días del Mesías con la finalidad de ejercer control sobre el mundo, o de sojuzgar a las demás naciones, o de disfrutar de comida y bebida; sino por la oportunidad que ganarían de estudiar Torá y su sabiduría, al margen de obligaciones y de ocios, a fin de merecer el Mundo por Venir. Por tanto, en esa Era no existirá el hambre o la guerra, ni la envidia o la competición, sino que la buena voluntad prevalecerá, y todas las cosas buenas serán tan abundantes como el polvo; el mundo se esforzará sólo por conocer a Dios, "pues la tierra se llenará con el conocimiento de Dios como las aguas cubren los océanos." (Isaías 11)
Estas promesas no fueron dirigidas sólo al pueblo judío, sino que se extienden al mundo entero, como nos hace saber el profeta Sofonías (3:9) en el versículo a que aludimos al comienzo del presente trabajo: "Porque entonces volveré a las naciones la pureza de labios, para que invoquen el nombre de Dios, para que le sirvan de común consentimiento."
Examinaremos ahora con más detalle los deberes principales y los principios sobre los que aquellos descansan de acuerdo con las Leyes de la Torá.
Los deberes que la Torá prescribe para la humanidad pueden ser catalogados en dos grupos.
El primero incluye los Siete Mandamientos Noájicos, los cuales comprenden un determinado número de mandamientos específicos, derivados de Génesis 2:24 y 9:3-7 y que son más ampliamente expuestos en el Tratado Sanedrín, sección "Arva Misot" (56a), así como en Toseftá Avodá Zará 9:4, Génesis Rabá 16:9 y Deuteronomio Rabá 2:17.
El principio general sobre el cual se fundan es que la humanidad entera está sujeta a ellos y que la negligencia en su cumplimiento reporta consigo un castigo aplicable por un sistema judiciario, mientras que su cumplimiento conlleva beneficios correspondientes de índole tanto material como espiritual, incluyendo el ingreso al Mundo por Venir.
El segundo grupo consiste en normas e ideales de comportamiento ético y el cultivo de buenas cualidades de carácter, que forman el servicio personal y privado del propio individuo. Una persona que no observa estos ideales no puede ser castigada por las cortes, sino que es Dios mismo el que se encarga de administrar el castigo según sea necesario de acuerdo con la instancia determinada; su cumplimiento igualmente entraña el logro del mérito y la iluminación espiritual.
Ambos grupos incluyen tres principios generales de significación fundamental:
1) El reconocimiento de la Unidad del Creador.
2) La verdad como clave para la revelación interna del espíritu humano.
3) El dominio del ser humano sobre su naturaleza animal.
Los Siete Mandamientos Noájicos en sí mismos son, como señalamos antes, prohibiciones contra:
1- la idolatría
2- la blasfemia
3- el asesinato
4- la inmoralidad sexual
5- el robo
6- el comer cualquier miembro de un animal mientras está aún vivo
Y un mandamiento positivo:
7- el establecer cortes de justicia que regulen el cumplimiento de estos mandamientos.
La trasgresión de estos mandamientos noájicos tenía la pena capital por parte de los tribunales gentiles.
Estos mandamientos son racionales y lógicamente consistentes al nivel del concepto fundamental sobre el cual se apoyan.
Sus exigencias no son mayores ni menores que lo que una persona debe y puede cumplir, y proveen una base para el óptimo funcionamiento de una sociedad cohesionada en torno a la creencia y la confianza en Dios. Deben, empero, ser observados en su calidad de Mandamientos Divinos y no porque parezcan ser razonables o útiles si es que se desea cumplirlos plenamente y obtener mérito de ellos. Maimónides acota:
"Todos aquellos que acepten los Siete Mandamientos y son escrupulosos con ellos, son considerados los Justos de las Naciones y tienen parte en el Mundo por Venir, siempre y cuando esto se haga porque Dios así lo ordenó en su Torá y así somos instruidos al respecto por intermedio de Moisés; mas sí, no obstante, se les observa de resultas de una convicción ideológica, entonces el que los cumple no es considerado como un "residente extranjero" o uno de los Justos de las Naciones o uno de los sabios."
Algunos mandamientos adicionales son incluidos en este esquema, aunque son menos graves que los Siete, como aprendemos a través de la Tradición Oral. Su transgresión no significa la pena capital, sino que su retribución queda a manos del Cielo.
Estas son prohibiciones contra:
1) El cruce de especies animales y vegetales;
2) El estudio de la Torá aparte de lo relativo a los Siete Mandamientos; y
3) El establecimiento de nuevas religiones.
Maimónides mismo señala más adelante:
"Un gentil no debería realizar ningún mandamiento adicional, sino que debería limitarse a los Siete Mandamientos, o convertirse completamente; si es que los lleva a cabo con el fin de obtener recompensa, no se lo evitamos."
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mis respetos , no soy digno de hacer ningun comentario
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