lunes, 25 de abril de 2011

Moshé tenía diez nombres

Está escrito en los libros sagrados que el nombre con el que la persona es llamado, constituye su alma y fuerza vital. Esto significa que cuando el alma habita el cuerpo, le trae vitalidad a través del nombre. O sea a través de la correcta unión de las letras del nombre, que para todas las cosas creadas del universo, el nombre hebreo por el cual son llamadas constituye, tras progresivas etapas de descenso, la expresión literal de las diez acciones divinas con las cuales el mundo fue creado.

Este descenso ocurre a través de sucesivos intercambios y uniones de letras en las 231 permutaciones hasta que eventualmente se corporizan en una persona para darle vida.

El nombre con el cual la persona es llamada es la vasija que contiene la fuerza vital condensada inherente en las letras del nombre. Por lo tanto encontramos que cuando deseamos revivir a alguien que se ha desvanecido, lo llamamos por su nombre. Al hacerlo hacemos elevar su fuerza vital hasta su origen, e introducir vitalidad en el cuerpo.
El hecho de que el nombre de la persona representa su fuerza vital está insinuado en la palabra NESHAMÁ (alma), cuyas dos letras del medio forman la palabra SHEM (nombre). Las letras del nombre de una persona son el conducto a través del cual la vida fluye dentro del cuerpo. Por consiguiente la palabra SHEM tiene el mismo valor numérico de TZINOR (conducto).

 “Y El llamó a Moshé...” Vaykra (1:1)


Moshé tenía diez nombres: Moshé, Yered, Javer, Yekutiel, Avigdor, Avi Sojo, Avi Tzanúaj, Tuvia, Shemaya, Helevi. ( Talmud tratado Meguilá 13a )
¿Por qué no bastaba con un solo nombre?
Y de todos sus nombres, el único que empleó Hashem fue “Moshé”, el nombre que le había dado Batia, la hija del Faraón.
Otra pregunta más: si Hashem lo llamó por el nombre “Moshé”, debe ser que ese nombre lo definía más que cualquiera de sus otros nombres. ¿Por qué?
Cuando Hashem creó al primer hombre, los ángeles servidores Le preguntaron: “Este ‘Hombre’, ¿cuál es su naturaleza?”. Hashem les respondió: “Su sabiduría es mayor que vuestro intelecto”.
Entonces Hashem trajo varios animales ante los ángeles. Y les dijo a los ángeles: “¿Cómo se llaman? Los ángeles no supieron responder. Entonces Hashem le mostró los animales al Hombre. “¿Cómo se llaman?”, interrogó. El Hombre respondió: “Este se llama ‘buey’, ése se llama ‘burro’. Este se llama ‘caballo’ y ése se llama ‘camello’”.
Y tú, ¿cómo te llamas?”, preguntó Hashem.
Yo me tengo que llamar ‘Adam’, pues fui creado de la tierra” (En hebreo, “tierra” es “adamá”).
Y Yo, ¿cómo Me tengo que llamar?”, interrogó Hashem.
Tú debes llamarte Adon-ai. Pues Tú eres el Señor (En hebreo, “adon”), el amo de todo”.
El Santo Bendito Sea dijo “Yo soy Adon-ai. Ese es Mi Nombre. Porque así me llamó el primer hombre”.
El nombre es mucho más que una manera de atraer la atención de una persona. El nombre es mucho más que un método convencional de referencia. La sabiduría de ser capaz de darle el nombre a algo es superior a los ángeles, pues el nombre define y describe la esencia misma del ser.
Por esa razón, a Moshé no le bastaba con un solo nombre. Para poder definirlo, para poder restringir su grandeza con palabras, hacían falta diez nombres.
Sin embargo, Hashem le dijo a Moshé que de todos sus nombres, solamente lo llamaría por el nombre que lo llamó Batia. ¿Qué tenía de especial aquel nombre?
El nombre “Moshé” proviene de la raíz “ser atraído, ser sacado, ser extraído”, pues Batia lo sacó del agua.
Al sacar del río a Moshé, Batia se burlaba de la voluntad de su padre, el Faraón; él quería asesinar a todos los niños judíos. Al salvar a Moshé, estaba arriesgando la vida.
Batia arriesgó la vida para salvar a Moshé; por lo tanto, esa característica quedó grabada en la personalidad y en el alma de Moshé. Esa cualidad de auto-sacrificio fue la que tipificó a Moshé más que ningún otro rasgo, y por ese motivo Moshé fue el nombre con el que se lo llamaba a Moshé.
Esa fue la característica que hizo de Moshé el líder del Pueblo Judío. Porque más que ningún otro rasgo, el líder del Pueblo Judío necesita auto-sacrificio, a fin de atender y ocuparse de cada oveja de su rebaño.
La Torá en (Shemot 2:10) es muy clara en la interpretación: "del agua extraído" (en hebreo).
La hija del Faraón (llamada en el Talmud como Batia) es muy posible que no sabía hebreo.
Veamos los siguientes puntos.
  • Ella reconoció en el a un niño hebreo por su circuncicion aunque Moshé de todos modos nació circunciso, preguntó entre sus esclavos de ese origen algún nombre apropiado (Ibn Ezra).
  • Moshé era su nombre hebreo, el que le dio su madre y nodriza; pues, en la corte era conocido como Monius, o algo parecido (Ibn Ezra).
  • La hija del Faraón fue investida desde el momento que salio del río con el niño de la facultad de la profecía, por lo cual sin quererlo ni saberlo nombró así al niño, y no exclusivamente por haber sido rescatado de las aguas, sino porque rescataría a través de las aguas, rescataría con agua, y sería perdido por causa del agua (Talmud tratado Sota 12b).
  • La joven hermana de Moshé (Miriam) se hallaba presente ya que desde que deposito el arca en el río nunca dejo de perder contacto con su hermano Moshé, y luego le fue permitida su cercanía, en una palabra tanto la madre de Moshé con su hermana estaban dentro del séquito de la faraona. También ella pudo haberle sugerido el nombre Moshé, pues sabía hebreo.


La noción de que el nombre de una persona nos informa acerca de sus actos y carácter, no sólo se aplica a la gente individual, sino a toda la generación.
Así el nombre del profeta IRMIAHU indica que en sus días el Beit Hamikdash quedará ARIMÓN (vacío). Esto es confirmado en el Zohar, donde el nombre IRMIAHU (quien predijo el castigo) es contrastado con el de IESHAIAHU (que significa la salvación de D-ios) causará nuestra redención y la restauración de la Luz Divina a su legítimo lugar.


Rab Schtudiner

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