miércoles, 11 de mayo de 2011

¿Como saber que Dios existe?

Escuche muchas veces esa pregunta; - ¿Como saber que Dios existe?

Comenzare contando un pequeño cuento sobre dos personas que se conocieron cuando se quedaron sin gasolina en medio de un gran desierto y comenzaron a caminar.

Uno era ateo y el otro un creyente, fueron ambos caminando lastimosamente por el desierto, de pronto en el medio del desierto había una hermosa casa con mucha tecnología, fuentes de agua, electricidad solar , comida congeladas y todo lo necesario.

Estamos salvados le dice el ateo al creyente.
El creyente le responde al ateo, no hay nadie mas por aquí esta casa es extraordinaria, de seguro que es una creación espontanea de la naturaleza.

El ateo le dice:

Vaya, vaya.. esto no puede ser algo espontaneo detrás de esa construcción hay algo inteligente que lo razono y lo ideo, por favor nada de bromas.

El creyente le dice:

Con el Universo y la vida sucede lo mismo toda esa perfección no puede ser originada por algo espontaneo, como tu bien dices detrás de todo esto hay un diseño y un acto inteligente, no se pudo crear y diseñar solo.

Hasta aquí mi relato:

Veamos el enunciado de nuestra fe...

"Oye, Israel. El Señor es nuestro Dios; el Señor es Uno" (Deuteronomio 6:4).
Estas palabras expresan la creencia de Israel en la existencia de un Dios único e indivisible, que creó el mundo y todo lo que existe en él.
Separándose radicalmente del politeísmo y de la idolatría, Abraham, el Hebreo, fue el primero en dar expresión efectiva a esta religión monoteísta, convirtiéndose de este modo en el primer patriarca de los hebreos, o como fueron conocidos por las generaciones posteriores, israelitas o judíos.
Abraham no fue el primer ser humano que adquirió el conocimiento de esta verdad espiritual. Incluso la Torá menciona que Janoj y Noé, que precedieron a Abraham, fueron hombres justos que "iban con Dios".
También ellos creyeron en la existencia de un Ser espiritual superior, único Y supremo; lo veneraron y vivieron de acuerdo a Sus deseos. Debieron haber existido otros hombres que también le reconocieron. Maimónides supone que en una edad temprana, los hombres conocieron al Dios Unico y verdadero, pero que perdieron su conocimiento y la fe.
Es probable que investigadores de la historia descubran pruebas de que existieron anteriormente otros hombres que expresaron iguales creencias y percibieron la misma fe.
Pero Abraham es considerado el fundador de la primera religión monoteísta del mundo, porque a diferencia del monoteísmo de los anteriores, que fue como un oasis en un desierto espiritual, oasis que se secó y se extinguió con su muerte, Abraham se dedicó a la propagación de su fe.
Logró transmitirla a su hijo Isaac; éste, a su vez, la legó a su hijo Jacob (Israel) y éste a sus doce hijos, jefes de las tribus de Israel y desde allí pasó al curso de la historia de Israel y se incorporó al torrente de la historia de toda la humanidad. "Porque yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio . . ." (Génesis 18:19)



La capacidad de Abraham para transmitir su fe, debe haber sido lo que lo calificó ante Dios como digno de establecer con él un "Pacto" que implicaba responsabilidades eternas de llevar el Nombre del Señor a todos los pueblos del mundo.
La descendencia física y espiritual de Abraham, está unida desde entonces a la carga y al yugo de ese Pacto, a la vez de disfrutar de sus goces espirituales y sus bendiciones, porque el Pacto distinguió la simiente de Abraham de las otras naciones y pueblos. Hubo quienes consideraron este yugo demasiado pesado, la disciplina muy estricta, y buscaron diversos escapes.
Mas el mundo erigió a menudo sus propias barreras que impedían la huída. El Pacto con el Señor trajo aparejado el castigo divino cuando Israel se debilitó espiritualmente y renegó alguna vez de su parte en el acuerdo. Pero también provocó excelsas expresiones de fe cuando Israel -precisamente por su lealtad al Pacto Divino- tuvo que soportar la hostilidad irracional, el odio ilimitado y el antagonismo de innumerables opresores a través de los siglos.
La declaración que se pronuncia durante el Séder de Pésaj, está, lamentablemente lejos de ser puramente teórica: "En cada generación hay quienes se levantan contra nosotros para destruirnos y aniquilarnos".
Los momentos de respiro en esa lucha para resistir estos intentos de aniquilación fueron pocos y espaciados entre sí. Sin embargo, la última parte de la misma declaración expresa el eterno optimismo del judío y su fe: en que habrá de ser liberado: "Pero el Señor, Bendito Sea, nos libra de sus manos". Esta fe eterna no ha resultado injustificada.

Rab Schtudiner

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