viernes, 16 de abril de 2010

Los trece principios de la fe judía

Enunciados enseñados por Moshé ben Maimón - el Rambam (Maimónides)

Introducción

En todos los axiomas que hemos de enumerar se habla del "Creador" y del deber de adquirir "Emuná" en cada uno de los principios. El término Emuná no es creencia ni fe. La palabra Emuná está relacionada con la palabra Amen, que, a su vez está implicada con Emet, o sea, verdad.



Cuando en cada principio se habla de Emuná Shelemá, significa que aceptamos estos axiomas con certeza absoluta. Cuando se habla de "Creador", se refiere al Todopoderoso, Quien creó el mundo de la nada absoluta. Incluso los conceptos elementales como el tiempo y el espacio fueron creados por Dios. Asimismo, la creación no fue un evento único del pasado, sino que es un fenómeno continuo, es decir, que el mundo se mantiene y sigue existiendo continuamente a partir de Su voluntad.

Los trece principios de nuestra fe enunciados por rambam
    1. Yo creo con Fe completa, que el Creador alabado su nombre, creó y dirige el mundo, El únicamente hizo, hace y hará todos los hechos. (Dios como primera causa y fuente, perfecto y que todo depende de El)
    2. Yo creo con Fe completa, que el Creador alabado su nombre no es corporal, no lo alcanzan las influencias corporales, y nada puede compararse a El. (Unicidad de Dios, indivisible, e inmutable, solo conduce el mundo.)
    3. Yo creo con Fe completa, que el Creador no posee cuerpo ni forma alguna.(Dios incorpóreo, incondicionable, omnipresente.)
    4. Yo creo con Fe completa, que el Creador alabado su nombre, Él es el principio y la eternidad.(Dios eterno e ilimitado en el tiempo.)
    5. Yo creo con Fe completa, que a El Creador alabado su nombre es digno de hacerle “Tefilá” (orarle) y no hay a quien pedir fuera de El. (Dios es omnipotente.)
    6. Yo creo con Fe completa, que todas las palabras de nuestros profetas son verdades. (Que Dios revela conocimiento y su voluntad a los seres humanos.)
    7. Yo creo con Fe completa, que la profecía de Moshé Rabeinu (Moisés nuestro gran maestro) es verídica y él fue el padre de los profetas de todos los tiempos. (La superioridad de la profecía de Moshé sobre todos los demás profetas.)
    8. Yo creo con Fe completa, que la Torá (pentateuco) que tenemos es la misma que fue entregada a Moshé Rabeinu. (La divinidad absoluta de la Torá.)
    9. Yo creo con Fe completa, que esta Torá no será cambiada y no habrá otra del Todopoderoso. (Carácter inmutable de la Torá.)
    10. Yo creo con Fe completa, que el Creador alabado su nombre, sabe todo lo que la persona hace y conoce todos sus pensamientos.(Dios conoce todas las acciones e intentos del ser humano.)
    11. Yo creo con Fe completa, que el Creador alabado su nombre recompensa bien a los que cumplen sus Mitsvot (ordenanzas) y castiga a los que transgreden sus preceptos. (Dios retribuye con premio a quienes obedecen las leyes y castiga a quienes las violan.)
    12. Yo creo con Fe completa, que el Mashiaj (mesías) vendrá. Y aunque se demore esperamos cada día su llegada. (Dios enviará al mashiaj y aun si se demorara, de todos modos anticipo diariamente su llegada.)
    13. Yo creo con Fe completa, que los muertos van a resucitar cuando sea la voluntad del Todopoderoso, alabado su nombre. (Dios hará suceder la resurrección de los muertos en el momento que él lo decida.)


Desarrollo y explicación de cada principio o axioma

El primer axioma nos enseña a "saber" que todo aquello que ocurre en el mundo depende exclusivamente de Dios para que acontezca. Nada sucede si no es Su voluntad que así sea. Cuando usamos el término "saber", nos referimos a un conocimiento claro con experiencia propia. De la existencia de Dios no sólo intuimos porque el orden y el diseño del mundo así lo implican, sino que lo sabemos a partir de todo lo que vimos en el momento de la salida de Egipto, como así también cuando lo percibimos claramente frente al Monte Sinaí. Si bien los seres humanos somos libres para poder obedecer Su mandato, y, por lo tanto, pudiera parecer que nosotros fuésemos los artífices de lo que está sucediendo, ningún movimiento del hombre sería posible sin la asistencia Divina aun cuando se oponga a lo que El ordena.

El segundo axioma nos enseña que Dios es único y no existe absolutamente ninguna soberanía fuera de El o que compartiera el poder con El en el mundo. Como tal. El es indivisible, es inmutable y todo el mundo es conducido por El únicamente. Aún cuando muchos fenómenos que suceden alrededor nuestro pudieran parecer contradictorios unos con otros, lo cual condujo a muchos pueblos a atribuir poder a distintas deidades que adoraron, la Torá nos enseña que todo lo que acontece, tanto si nos parece bien o nos parece mal, surge a partir de un Dios único. Los Sabios nos enseñan que "todo aquel que entra en ira, se considera como si fuese idólatra". La razón de esto es que si tuviese presente la Omnisciencia (conocimiento ilimitado de Dios) y Su Omnipotencia, sabría que aquello que lo está irritando no escapa al Conocimiento y Voluntad Divina.

El tercer axioma nos enseña que Dios es incorpóreo. Es imposible definir a Dios en términos humanos porque estos son limitados. Aun cuando la Torá menciona los ojos, manos, corazón, etc. o sentimientos como ser el amor, el enojo y la alegría de Dios, éstos son antropomorfismos (hablar de Dios en términos humanos) para que podamos entender en nuestra experiencia y terminología aquello que se nos quiere hacer saber acerca de Dios. Otras religiones crearon imágenes de sus deidades y les atribuyeron mitologías (historias de sus dioses con rasgos y debilidades humanos). Para el judaísmo, toda calificación física o anímica de Dios sería una limitación inaceptable a Su omnipotencia.

El cuarto axioma nos enseña que Dios es Eterno. Dado que es así, el pasaje del tiempo no Lo limita y no cabe en lo divino la idea del pasado, presente y futuro como tiempos separados. La eternidad es un concepto que trasciende al ser humano, quien en su estado físico tridimensional es finito. No obstante, el alma que posee todo ser humano le fue insuflada por Dios, como esta escrito en Bereshit (Génesis) cuando nos habla de la creación del hombre, es a su vez eterna por extensión de lo Di-vino. Es así, que cuando fallece una persona y se lo entierra de acuerdo a la ley de la Torá, su alma no perece, sino que sigue existiendo.

El quinto axioma nos enseña acerca de la omnipotencia de Dios: que no existe nada que El no pueda hacer y que, por lo tanto, no debemos invocar ninguna fuerza espiritual, humana o material para realizar nuestros deseos. (Aun cuando hay quienes piden ayuda espiritual a las personas santas, es para que ellos sumen sus plegarias a Dios, Quien es el único que puede realmente asistir al ser humano). El hecho de que Dios puede cumplir con todos nuestros pedidos, no quita que debamos emplear los recursos que por la Torá son lícitos para lograr aquello que necesitamos. La Torá misma nos exige que obremos con los medios terrenales en búsqueda de nuestros objetivos. Al mismo tiempo debemos rezar a Dios para que colme nuestros deseos con éxito. El hecho que invoquemos a Dios, no implica que El esté obligado a responder de acuerdo a nuestro pedido.

El sexto axioma nos enseña que Dios hace saber Su voluntad a los seres humanos mediante los profetas a quienes Se revela para informarles aquello que quiere que sepan y, en ciertas ocasiones, que transmitan a una o muchas personas. Algunas profecías fueron reveladas para la posteridad, mientras que otras lo fueron únicamente para el momento. No llegan a ser profetas, sino ciertas personas con características morales determinadas. El profeta debe ser una persona libre de toda influencia que pudiera interponerse entre el mensaje de Dios y su destinatario. Es por eso, que todos los profetas de Israel demostraron no temer a la reacción del pueblo ante los duros mensajes que transmitieron. Asimismo, debe ser libre de influencias internas, es decir que su mente debe gobernar totalmente su acción, sin que sus pasiones lleguen a dominarlo. En el momento que Dios transmite una idea al profeta, éste sabe con certeza absoluta que se trata de una Revelación Divina.

El séptimo axioma nos enseña que la profecía de Moshé fue superior a la de todos los demás profetas. Así lo dice la Torá en Bamidbar (Números): "boca a boca hablo con él, con claridad y no con parábolas...", como así también al final de Devarim (Deuteronomio): "y no se levantó ningún otro profeta como Moshé en Israel a quien Dios se le comunicara cara a cara...". Después que el pueblo de Israel en su totalidad experimentó la profecía al percibir directamente la Voz de Dios en el Monte Sinaí cuando El transmitió los mandamientos, pidieron no escuchar m s el resto de los mandatos, sino por medio de Moshé. Ninguno de los profetas de Israel contradijo la profecía de Moshé, sino que, por el contrario, instaron al pueblo a seguir fíeles a su enseñanza.

El octavo axioma nos enseña que toda la Torá escrita, como así también la Torá Oral, son íntegramente divinas. Sería inconcebible que un Dios bondadoso creara seres racionales con conciencia moral (del bien y del mal) y no nos informara cuál es el bien y cuál es el mal. Dios informó a Adam, el primer hombre, cuáles eran sus deberes y luego la Torá contiene las leyes que Dios ordenó a Israel en el pacto que hicieron frente al Sinaí y nuevamente a la entrada a la tierra de Israel. Ninguna palabra de lo que enuncia la Torá fue invento de Moshé. Los Sabios, desde el mismo Moshé, sumaron decretos que sirven para proteger a la Torá. Esto lo hicieron porque la misma Torá exige a los Sabios que cuidarán que el pueblo siga observando la Ley. Los decretos de los Sabios deben ser respetados con la misma minuciosidad que las leyes de la Torá (salvo cuando ellos mismos decretaran lo contrario, como ser en caso de enfermedad).

El noveno axioma nos enseña que la Torá no será modificada en absoluto siquiera por Dios Mismo. La ley de la Torá es perfecta, por ser obra de Dios Mismo y por estar creada "a medida" para la necesidad moral del ser humano. Aún cuando, con los tiempos, los aspectos periféricos del ser humano pudieran modificarse, sus rasgos morales son idénticos a través de los tiempos y la observancia de la Torá que es la Voluntad de Dios, lima sus asperezas para convertirse en un ser espiritual y poder percibir Su remuneración en el Mundo Venidero. Los judíos de todas las épocas no escatimaron esfuerzos para transmitir totalmente la Torá, su estudio profundo y su observancia estricta y cabal. Distintos grupos de judíos intentaron crear modos de vida en los cuales aceptaron observar únicamente las leyes que les agradaban. Todos desaparecieron con el tiempo y el judaísmo se siguió transmitiendo solo a través de aquellos que fueron fieles a la integridad de la Torá.

El décimo axioma nos enseña que Dios sabe absolutamente todo lo que hace cada ser humano como así también los motivos que lo mueven a actuar de cierta manera. Aun cuando las personas podemos intentar (y llegar a engañar a) otros y hasta a nosotros mismos aparentando como si fuésemos nobles y bondadosos, no hay nada que el ser humano pueda esconder de Dios, Quien sabe y recuerda hasta aquello que el propio ser humano olvida con el tiempo, dado que con El no hay olvido.

El decimoprimero axioma nos enseña que todas las acciones del ser humano trascienden y que: Dios retribuye al hombre de acuerdo a sus acciones: Premia por el bien y castiga por el mal. Una acción buena no cubre por otra mala, ni viceversa. Tanto el premio como el castigo se dan en el Mundo Venidero que es completamente espiritual. Este mundo en el que vivimos es un mundo de prueba para, mediante la obediencia a Dios, lograr llegar a estar cerca de El eternamente en el Mundo Venidero que es el mayor placer al que puede aspirar un ser humano. Ningún placer y ninguna satisfacción de este mundo puede retribuir siquiera por una sola buena acción, pues los placeres terrenales nunca son eternos. Aun así, Dios promete en la Torá que asistirá a quienes observan la Torá, para que puedan seguir observándola. Aun cuando los profetas pudieron percibir algo de lo que sucederá cuando venga el Mashiaj (axioma decimosegundo), ninguno pudo observar en su profecía alguna de las características del Mundo Venidero.

El decimosegundo axioma nos enseña que llegará el Mashiaj en el momento que Dios lo disponga y aún si se demorara no dejamos de anticipar su llegada diariamente. En muchos lugares de la Torá y de los profetas se hace alusión a la llegada del Mashiaj. Sin embargo, existen muchos detalles de su naturaleza que ignoramos, como así también la fecha de su llegada. Sí sabemos que será un rey de carne y hueso que reinará sobre Israel y quitará el yugo de sumisión debajo de las demás naciones. Será un Tzadik (una persona santa) descendiente del rey David y traerá paz al mundo, entre Israel y entre todas las naciones. Asimismo, provocará que todo Israel observe la Torá. Hay disenso entre los Sabios acerca de si habrá alguna modificación en las leyes de la naturaleza cuando llegue el Mashiaj. La razón por la cual los Sabios ansiaron tanto la llegada del Mashiaj se debe a que en aquel momento podrán dedicarse de lleno al estudio de la Torá sin interrupciones y molestias que sufrimos actualmente.

El decimotercero axioma nos enseña que en algún momento del futuro resucitarán todos los fallecidos, si fueron justos en esta vida y creyeron en este axioma a partir de lo que está escrito en la Torá. En este axioma, tal como en el anterior, no sabemos ni cuándo se cumplirán, ni las características de aquel evento. En varios lugares de la Torá como así también en la profecía de Yejezquiel (Ezequiel), se hace alusión a que la muerte terrenal es temporaria y que, en algún momento, las almas volverán a vestirse con cuerpos. Esto explica, a su vez, ciertas leyes y ritos que se acostumbran en el momento de la muerte y del entierro.

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