domingo, 22 de noviembre de 2009

El judaísmo y las leyes sobre la guerra




La Guerra no exime la responsabilidad moral frente al asesinato, “Quien mata a un solo ser humano es como si matara a toda la humanidad” Talmud Sanedrín 37a.

Las éticas del pacifismo judío y la resistencia en la guerra se han convertido últimamente en un tema de intensa discusión. Sin embargo, la mayoría de estos debates se concentra alrededor de principios morales generales en los cuales el judaísmo tradicionalmente ha permitido un amplio espectro de opiniones. Uno correctamente puede argumentar que mucho de esto es un asunto de interpretación personal, y que la guerra bajo ciertas circunstancias es tan justificable en el judaísmo como una posición pacifista. La única pauta a la que el judaísmo clásico otorga una autoridad inequívoca es la Halajá, la ley judía, en donde afirmaciones ambiguas y decisiones judiciales morales pueden ser citadas.

La pregunta halájica principal involucrada en cualquier discusión acerca de la guerra se relaciona con la perdida de la vida humana. El judaísmo prohíbe matar en los mas enfáticos términos, considerando el asesinato como la peor transgresión posible, así la victima fuese un judío o un gentil. El asesino esta incluido entre aquellos que están condenados eternamente, como alude el pasaje bíblico: "El hombre que esta cargando con la sangre de alguna persona apresurara sus pasos a su propio sepulcro. "Nadie le ayudara" (Proverbios 28.17).

El Talmud llega aun mas lejos afirmando que la principal razón por la cual la historia de Adán esta incluida en la Torá es para enseñarnos que la humanidad comenzó con una sola vida y por lo tanto la pérdida incluso de tan solo una sola vida es equivalente a destruir al mundo entero. Leemos en la Mishná del Talmud Sanedrín 37a: “Dios creo a Adán para enseñarnos que quien salva a un solo ser humano salva al mundo entero, y quien mata a un solo ser humano es como si matara a toda la humanidad, el hecho de que Dios creara un solo hombre tiene por fin demostrarnos que todos los hombres son hermanos, y para que nadie pudiera decir a otro: mi padre era superior al tuyo. También lo hizo para que los paganos no pudieran decir que en el cielo hay varias divinidades.”

Por otro lado el Midrash Pesiktá Rabatí nos enseña que la prohibición de asesinar, gráficamente hablando, está enfrentada al mandamiento de la creencia en Dios, porque quien mata a otra persona es como si de alguna manera estaría disminuyendo la Presencia Divina sobre la tierra, pues en cada ser humano está la Imagen de Díos, ya que Díos hizo al hombre a Su imagen y semejanza.

El asesinato es uno de los tres pecados capitales los cuales no deben ser violados incluso para salvar la propia vida (siendo los otros dos restantes la idolatría y el incesto). Maimónides escribe que de los tres pecados capitales el asesinato es el peor ya que es un mal por el cual no se puede solicitar el perdón de la persona contra la cual se cometió la acción. Tan grande es el pecado de terminar con una vida inocente que se prohíbe inclusive matar a una persona aunque sea para salvar la vida de toda una comunidad.

Hay cuatro casos, sin embargo, en los cuales la Halajá permite dar muerte a una persona. Estos incluyen, la autodefensa, la defensa de una vida inocente, las penalidades impuesta por la corte y la guerra.  Aunque el judaísmo enseña que uno no debe matar a una persona inocente para salvar otra vida, esta regla no se aplica en el caso de autodefensa. Tan pronto como una persona ataca a otra, legalmente es considerado un agresor, y ya que no es más una persona "inocente" puede ser matado en nombre de la autodefensa. El Talmud, por ende nos enseña: "Si vienen a matarte, levántate y mátalos primero".

Así como la Halajá permite matar por autodefensa, también exige a la persona usar todos los métodos posibles para prevenir el asesinato de un inocente. El matar es el último recurso y solamente esta permitido cuando todos los demás medios han sido descartados por completo. Incluso entonces no es nada menos que un asesinato.

El tercer caso en que se permite quitar la vida humana es cuando se dictaminan penas de muerte prescritas por la Torá para que la corte las ejecute. Esto se limitaba a cortes designadas por el Sanedrín, la corte suprema y el poder legislativo del pueblo judío. Sin embargo el castigo capital fue abolido por las cortes judías en el año 30 de la era común y desde entonces ningún cuerpo religioso ha tenido el derecho de decidir sobre casos de vida o muerte. Aun cuando estaba en vigor, estas penalidades eran consideradas básicamente como un medio de disuadir al trasgresor en potencia.

En la práctica las mismas fueron difícilmente llevadas a cabo, De hecho el Talmud nos enseña que cualquier corte que aplicara la ley de muerte con una frecuencia de una vez en setenta años era considerada una corte sangrienta. Finalmente cuando e numero de transgresores incremento tan considerablemente que la pena de muerte se volvió inevitable, esta ley fue abolida por completo.

Otra factor que mitigó los casos de pena de muerte en le judaísmo fue la rigurosidad de las reglas de evidencia para los casos capitales, lo cual hacia virtualmente imposible para las cortes llegar a sentenciar a muerte a un individuo. Algunas autoridades talmúdicas estaban a favor de ser tan estrictos con estas reglas de evidencia que efectivamente abolirían la pena de muerte. Otro factor adicional era que estas penas no eran ejecutadas por verdugos profesionales, sino por el testigo principal en el caso, disuadiéndolo así de testificar a menos que la evidencia fuera tan abrumadora que demandara dicho castigo.

El ultimo caso en el cual matar esta permitido es en época de guerra. Sin embargo es sumamente importante distinguir entre guerra y defensa colectiva mutua. La opinión de la Halajá en cuanto a la defensa mutua es simplemente una extensión de aquella ue respecta a la defensa individual: así como un individuo puede matar a su agresor en un acto de autodefensa, así también los habitantes de una ciudad o nación puede matar a los integrantes de la fuerza agresora para salvaguardar sus propias vidas. Del mismo modo los habitantes de una tercera ciudad pueden pelear y matar a los miembros de la fuerza agresora para salvar a la población sitiada.

La guerra es algo totalmente diferente. En el caso de guerra los integrantes del ejercito enemigo son muertos incluso cuando no están activamente entablando el ataque mientras que en caso de autodefensa colectiva puede usarse tanta fuerza como sea necesaria para salvar vidas, la guerra envuelve violencia mucho mas allá de esta medida.

En caso de defensa colectiva n ose debe castigar al agresor luego de subyugarlo ni tampoco tomar represarías contra su persona, su familia y su propiedad. Ni tampoco usar formas de violencia innecesaria contra el, su territorio o comunidad. En la guerra, sin embargo, existen parámetros enteramente diferentes, un determinado grupo es el enemigo y cualquier clase de fuerza o violencia pueden ser usadas en contra de su grupo con el fin de dominarlo y obligarlo a rendirse.

El judaísmo clásico conoce dos tipos de guerras: miljemet reshut -guerras optativas- y miljemet joba -guerras obligados por los cielos. Sin embargo es importante notar que una de las autoridades halajicas mas distinguidas, Rabí Ezequiel Landau, escribe que actualmente no existen las condiciones que puedan permitir ninguna de estos dos tipos de guerra. Sin embargo estas categorías merecen un cuidadoso análisis.

La guerra obligada por los cielos, básicamente, incluye a los dos tipos de guerra prescriptos por la Torá, es decir la guerra contra Amalek y la guerra de la conquista, cuando los israelitas entraron en la tierra de Canaán. Ambas guerras fueron consideradas como obligaciones religiosos del pueblo judío y fueron enumeradas dentro de los seiscientos trece preceptos de la Torá.

Debido a la existencia de un precepto Divino según el cual se debe entablar la guerra, mucha gente ha concluido que el judaísmo enseña que guerra y venganza son virtudes y que guerras santas o religiosas son permitidas por la Torá. A primera vista esta opinión parece estar bien fundamentada, y de hecho ambos mandamientos aparentan ser naturaleza manifiestamente asesina. Con respecto a la guerra contra los habitantes cananitas la Torá establece: "Y cuando el Eterno tu Dios te los halla entregado ante ti y los hallas derrotado, los destruirás totalmente. No harás pacto alguno con ellos ni les concederás gracias" (Deuteronomio 7.2).

Similarmente con respecto a Amalek encontramos: "Pero cuando el Eterno tu Dios te haga descansar de todos tus enemigos en el país que te entrego por heredad, borraras la memoria de Amalek de debajo del cielo. No lo olvides," (Deuteronomio 25.19).
Esto preceptos, sin embargo, no son tan asesinos como pueden parecer a primera vista, ya que están mitigados por un tercer precepto: "Cuando te acerques a una ciudad para conquistarla primeramente le ofrecerás la paz. Si te respondieren aceptando la paz y abriendo sus portales, toda la gente que allí hallare será tributaria de ti y te servirá" (Deuteronomio 20:10,11). De acuerdo con la mayoría de las autoridades halajicas, este precepto incluso se aplica a la guerra contra Amalek y los cananitas, y por lo tanto, inclusive estos enemigos tienen la opción de buscar la paz y rendirse. Najmánides, basándose en numerosas fuentes bíblicas, enseña que de hecho estas naciones nunca fueron exterminadas.

La existencia de un precepto Divino no indica entablar la guerra da surgimiento a una enseñanza fundamental. En los casos de guerra donde hay vidas humanas en juego, el juicio humano por si solo carece de validez; la decisión con respeto a estas guerras debe estar basada sobre un precepto Divino. El hecho mismo que la Torá ordena dicha guerra manifiesta que las considera de tremenda importancia histórica al punto mismo de la supervivencia del pueblo judío y de toda la civilización (Deuteronomio 7:4). La misma Ley que nos ordena no matar, no herir a nuestro prójimo ni tomar represalias, es la misma que ordena estas guerras. Estos dos casos son las únicas excepciones a la regla que considera a la guerra como prohibida y pecaminosa y por lo tanto es absurdo afirma que la Torá promueve la guerra. Finalmente el concepto de guerra religiosa o santa ha estado en contra mismo de la esencia de las enseñanzas judías a través de toda nuestra historia.

La tercera categoría de guerra decretada por los cielos es la de autodefensa colectiva. Dicha guerra, sin embargo, es en realidad una guerra de autodefensa, tal como Rabí Yehuda Guershoni lo indica, y por lo tanto sus reglas siguen aquellas de la defensa individual.

La razón principal por lo cual la guerra de autodefensa es considerada como guerra permitida y obligada por los cielos y es porque puede ser entablada sin consultar al Sanedrín, como en el caso de guerras que envuelven a Amalek y a los cananitas. Es en este punto en el cual hallamos la principal diferencia entre la guerra permitida y la obligada por los cielos.

Una guerra permitida solo puede ser entablada tras ser aprobada por el Sanedrín, mientras que la otra fue ordenada por la Torá y no precisa de nuevas autoridades, ya que las mismas fueron decretadas anteriormente por Dios.

El Sanedrín era un cuerpo compuesto por setenta líderes religiosos cuya autoridad para interpretar y legislar leyes religiosas y morales, es prescripta por la Torá misma. En su autoridad de interprete era el equivalente religioso a nuestra Corte suprema cuyo interpretación de la constitución, no importa cuan forzosa sea, es legalmente la ley del país.

La autoridad legislativa del Sanedrín lo envestía del poder no solamente de legislar en todas las áreas del país sino que podía anular temporalmente cualquier ley religiosa o moral.

Era este poder decisivo que le permitía al Sanedrín -y solamente al Sanedrín - declarar la guerra donde fuese especificado ordenado por la Torá. La guerra es inherentemente prohibida por la Halajá. Por lo tanto podía ser entablada solamente cuando esta legislación era temporalmente suspendida por el Sanedrín.

Al declara la guerra, el Sanedrín debía abolir provisoriamente muchos preceptos incluyendo aquellos que prohibían asesinar, herir, y destruir propiedades.
Inclusive cuando la guerra es declarada la Torá exige que cada recurso y esfuerzo posibles sean utilizados para prevenir la perdida de vidas, incluso aquellas de los enemigos.

Primero, todo tipo de negociaciones la paz deben ser exploradas. Segundo, esta prohibido rodear por completo al enemigo, dejando de este modo la posibilidad de escape. De esta manera, cuando la guerra es permitida, al matar es solamente permitido cuando ninguna otra alternativa existe.

Ya que la decisión final con respecto a la persona recae exclusivamente sobre el Sanedrín, la autoridad religiosa y moral del pueblo judío, la autorización para entablar la guerra se apoyaba sobre la base de principios éticos y morales. Sin embargo, el Sanedrín ha cesado sus funciones y ningún cuerpo colectivo dentro del judaísmo posee la autoridad para condenar o permitir una guerra.

Todo esto sugiere que le esta prohibido a un judío lucha en cualquier guerra. La única excepción posible seria el caso de una obvia autodefensa colectiva. Un judío es por lo tanto un sujeto conciente o sea alguien a quien le esta prohibido luchar y matar sobre el fundamento de sus creencias religiosas.

Esto es comprobado por precedentes históricos. Los judíos son el único grupo en existencia, quienes permanecieron durante mil ochocientos años sin ningún tipo de fuerza armada, y durante gran parte de este periodo, la mayoría de sus miembros simplemente nunca portaron armas, La tradición pacifista del judaísmo fue manifestada incluso en los tiempos de persecución y pogromos, cuando el judío tradicionalmente se abstuvo de violencia incluso en casos de autodefensa.

Existen algunas supuestas autoridades quines afirman que uno tiene el deber de obedecer a la ley de residencia, incluso si se le exige luchar y matar. Generalmente este argumento esta basado en el edicto talmúdico "dina de maljuta dina" - la ley del gobierno es la ley. Sin embargo el contexto talmúdico de esta ley y la opinión mayoritaria de los comentadores indican que esta afirmación simplemente significa que las formas legales instituidas por el gobierno secular son reconocidas por la ley judía.

Además los legalistas talmúdicos son cuidadosos en señalar que no existe obligación de obedecer a la ley civil cuando esta de hecho se opone a la Halajá. Muy por el contrario el judaísmo nos exhorta a oponernos a cualquier edicto gubernamental el cual nos llevaría a violar cualquier determinación de la Halajá, sin importa cual trivial sea. Estamos exigidos a arriesgar nuestras vidas, si tal fuera el caso.

Esto es particularmente cierto, con respecto a matar o asesinar, incluso en caso de guerra, ya que la Halajá exige que uno entregue su vida antes de matar.

Hay un punto relacionado muy estrechamente con lo anterior, el cual requiere cuenta consideración. Si cualquier rabino pudiese decidir si una persona debe luchar por su país, entonces estaría dictaminado que puede resultar que otra persona se muerta. Y otro importante principio afirma "Ein danin dinei nefasto bazman a ze" -ninguna autoridad en el presente tiene derecho a juzgar uno caso donde la vida humana este involucrada. Como Rabí Yoel Teitelbaun escribe, alguien que emite una decisión que provoque la perdida de una sola vida humana es culpable de asesinato (Kuntres Al HaGeula V'al HaTemurah - Rabí Yoel de Satmar, n44 pag 85).

Algunos afirman que la previsión contra la perdida de la vida no se aplica en situaciones de guerra, ya que cada soldado en el campo de batalla esta de hecho peleando por autodefensa. Sin embargo, existe aquí involucrado otro concepto halájico. Una persona que tiene oportunidad de evitar una situación en la cual pude verse forzado a transgredir y no aprovecha dicha circunstancia, carga con toda la responsabilidad por sus acciones aunque en el momento se haya visto forzado a transgredir. Si uno pudiese haber evitado estar en el campo de batalla, el hecho de que su vida este en peligro no lo exime de su responsabilidad moral frente al asesinato.

Rab Berl Schtudiner

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los comentarios son moderados, cuide la santidad de la palabra.