Abraham nuestro patriarca encomendó a Eliezer su sirviente Eliezer una tarea difícil, el de encontrar una mujer adecuada para su hijo Itzjak, debemos tener en cuenta de que semejante misión dependía la continuidad del pueblo de Israel.
Eliezer cumplió su tarea eficientemente, meritoria fue la rapidez con que actuó. Eran muchos días de viaje y en un solo día llegó al destino. Es cierto que fue en forma milagrosa, ya que fue agilizado por la divina providencia, pero sólo después de mostrar su intención de desempeñar lo más rápido posible con su cometido, recibió la ayuda y el milagro Divino.
Abraham Abinu le había ordenado: "No tomes para mi hijo una mujer del pueblo de Kenaan…, sino que a mi tierra y a mi parentela irás y tomarás una mujer para mi hijo" (Bereshit 24).
Eliezer tomó diez camellos cargados con regalos, se dirigió a Aram Naharaim, y pronunció la siguiente Tefilá (oración): "He aquí que yo estoy parado junto a la fuente de agua... Y será la joven a quien le diré que incline por favor su cántaro y beberé y ella me dirá: bebe y también a tus camellos darás de beber, a ella destinaste para tu siervo Izjak y en ella sabrá que hiciste merced con mi señor".
Antes de que Eliezer terminara con su Tefilá, apareció Ribka con su cántaro para recoger el agua de la fuente. Eliezer corrió a su encuentro y le pidió: "Dame de beber, por favor, un poco de agua de tu cántaro". Y ella le dijo: "También para tus camellos sacaré agua hasta que terminen de beber". Eliezer se sorprendió tanto ante esa actitud, que a pesar de que no sabía si realmente era de la familia de Abraham o no, tomó un aro y dos pulseras de oro que había traído y se las entregó. Sólo después le preguntó su nombre y Eliezer comprobó que realmente pertenecía a la familia de Abraham.
¿Por qué le dio los obsequios si quizás se trataba de una mujer extraña que podía no ser la futura esposa de Izjak? Rashí comenta: "Estaba seguro de su éxito por el mérito de Abraham y por haber visto que las aguas subían milagrosamente al encuentro de Ribka". Al margen de esta explicación, nuestros Sabios lo deducen de un término que se repite en esta Perashá en varias oportunidades: "Y corrió Eliezer a su encuentro"; "Y corrió (Ribka) para avisarle al padre".
¿Cuál es la importancia de la rapidez, que la Torá realza el término "Y corrió"? La respuesta la encontramos en el Midrash Rabá: "Dijo Rabí Levy que tres cosas no dependen de la persona: la vista, el oído y el olfato, ya que estos sentidos observan, escuchan y perciben respectivamente lo que se presenta ante ellos. Otras tres cosas, en cambio, dependen sólo de la persona: la boca, puede hablar conceptos de Torá o necedades; las manos, pueden ocuparse de preceptos o de pecados; y las piernas, que pueden transportar a la persona al Bet HaKneset o Dios no lo permita a lugares vedados. El Midrash concluye con una frase sorprendente: "Si la persona tiene éxito, Dios convierte a los que están en su poder en que no estén en su poder".
En una palabra nuestros miembros no harán según la intención de nuestro ego, sino que serán herramientas de HaShem, los mismos perderán el control de la ambición humana para transformarse en parte de la carroza divina y al servicio de Creador.
El Rey David nos da la respuesta: "He meditado sobre mis caminos y he vuelto mis piernas a Tu Testimonio" (Tehilim 119). Explica el Midrash que el rey David le dijo a Hashem que todos los días pensaba ir a algún lugar determinado, pero sus piernas lo llevaban al Bet HaKneset y a las casas de estudio). O sea que el Rey David santificó su cuerpo de una manera tal, que incluso cuando debía ir a otro lugar, sus piernas automáticamente lo llevaban a lugares de Torá.
De esta forma podemos comprender el comportamiento de Eliezer, en el párrafo podemos ver que sus piernas ya no dependían de él. "Y corrió el sirviente a su encuentro", el notó que sus piernas iban al encuentro de Ribka sin que él las dirigiera. Por eso no dudó en darle los obsequios sin preguntarle su nombre, por que no hacía falta, HaShem lo había encaminado a la joven adecuada.
La respuesta a esta acción depende del comportamiento individual. El que ve en su cuerpo a su propia persona pero se olvida de la existencia de su Neshama, pierde el valor espiritual que el propio cuerpo tiene y lo transforma en el instrumento que degrada su alma.
Pero aquel que sobrepone su alma al cuerpo y siente que él es realmente el alma, eleva y santifica la materia o sea su cuerpo. En el tratado Kidushim 30 el Talmud nos explica que HaShem dijo:
"Creé el Yetzer Hará, pero también cree la Torá que es su condimento".
Como vemos aquí no está escrito que la Torá es el remedio contra el instinto del mal, sino que es el condimento, como cuando alguien le agrega un condimento a la comida y le cambia el mal gusto, aliñándolo de tal modo que lo transforma en algo apto para ser consumido.
Así es la Torá, cuando la persona se comporta de acuerdo con ella su cuerpo se santifica y responde automáticamente en forma espiritual.
Ahora se aclara el porque de la primera frase:
“No lo controles todo, deja que tus piernas vayan donde tienen que ir”
Rab Berl Schtudiner
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