jueves, 22 de octubre de 2009

El mensaje de un terremoto




”Santifica Tu Santo Nombre sobre aquellos que te santifican”

En cierto momento la gente se asoleaban en el medio de las vacaciones, estaban totalmente despreocupadas en la playa. Y un minuto después, todos luchaban por sus vidas ante el poderoso torrente de agua que furiosamente derramó el mar sobre las costas.

Un amargo recordatorio se nos presenta mostrándonos que la vida es algo muy frágil. El mensaje de la naturaleza nos abruma fácilmente con un recordatorio que el hombre no domina totalmente su medio ambiente. En un instante tenemos un recordatorio que hay mayores energías que nosotros mismos, y que hay una gran potencia que está detrás de toda acción.

El Santo bendito Sea (Hakadosh Barujú) dirige su mirada hacia el mundo y ve todos esos palacios del placer, donde esta la humanidad sentada serenamente, mientras que su Beit Hamikdash (El Templo de Jerusalém) está destruido.

Entonces ante semejantes frivolidades Hakadosh Barujú lo mira como para destruirlo. “Y eso puede producir terremotos”.

Sin embargo cuando el Todopoderoso, ve que el pueblo judío va a los Beit Hakneset (sinagogas) y expresan con devoción la oración Shema Israel (Oye Israel)… y los ángeles escuchan y le dicen a D-s, “Tu Todopoderoso estás presente antes que fuera creado el Mundo, y desde que el fue creado por ti, tu reinas en este mundo y en el mundo porvenir. Por lo tanto… Santifica Tu Santo Nombre sobre aquellos que te santifican.”

- Después los ángeles lo calman y por lo tanto no destruye el mundo…HaShem sacude el mundo debido a la destrucción del Beit Hamikdash… “basado en Yalkut Shimoni, Devarim, 836”

Esta es una lección muy básica, pero al parecer es difícil que la humanidad comprenda que HaShem está supervisando constantemente el mundo.

En el Beit Hamikdash, donde estaba evidente la presencia de la Shejiná (Santa Presencia) además de los diez milagros constantes, no había olvido del acoplamiento entre el mundo y HaShem.

Ahora que el Templo fue destruido hace mucho tiempo, no hay un lugar especial para que su presencia sea vista con esa dimensión. La gente no siente esta presencia, por que están encerrados en sus propios mundos, especialmente en esos palacios del placer que se dedican a glorificar sus cuerpos más allá de toda la proporción apropiada.

Por ejemplo, un espectador en la mayoría de los casos, que está absorto viendo una obra en el teatro, olvidará repentinamente durante la función, la presencia de HaShem. Por que el espectáculo se diseña de tal modo que la audiencia queda inmersa en dicha función, dejándolos aletargados bajo un manto de olvido del resto de las cosas.

Eso hace, por decirlo de algún modo, que HaShem sacuda la Tierra para que recordemos que él todavía está allí.

Acaso no podemos pensar que ésta es una lección que se puede asimilar de una vez por todas. ¿O es algo tan difícil de entender?

Sin embargo vemos que la Torá nos explica de modo directo que nosotros debemos presentarnos ante el de cierto modo y dos veces al día con algo tan simple como el Kriat Shema. Cada uno del pueblo judío debe hacer esto, desde los niños hasta los sabios más grandes. Su contenido parece bastante simple, pero la verdad que el aprendizaje de él es muy difícil. Es el mensaje de mayor importancia en todo el cumplimiento de la Torá y de las mitzvot. Para ello nos pasamos toda la vida aprendiéndolo.

Un testimonio interesante sobre esto fue proporcionado por los turistas israelitas que se encontraban en la zona del Tsunami tomando sus vacaciones.

En algunos de los informes que trajeron los israelíes que se salvaron de esas aguas enfurecidas. A nadie se le ocurrió por ejemplo cantar el himno del Estado de Israel. De sus bocas no salieron otras exclamaciones y gritos con todas sus fuerzas diciendo “Shema Israel Ado-nai Elo-heinu Ado- nai Ejad” – Y estos fueron contestados del mismo modo como si fuera un eco por otros judíos en la vecindad.

Esta, y tan solo esta fue la expresión más elemental de la existencia judía y la más profunda que estalló en sus labios en ese momento de peligro extremo. Todos esos desafortunados Judíos sintieron por primera vez la necesidad de exclamar con todas sus energías una verdad que es parte de su alma, y que expresamos dos veces al día.

Las imágenes de ese terrible desastre en el Océano Índico pueden ayudarnos a aprender la lección, pero esperamos que no tengamos que vivir este tipo de experiencias para establecer este verdadero reconocimiento de fe, en nuestros corazones y en nuestras almas.

Rav Berl Schtudiner

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